lunes, 13 de noviembre de 2023

La suerte

    No creo en la lotería y tampoco —aprovecho para decirlo— en los premios Princesa de Asturias. No creo en la lotería porque nunca toca y no creo en los premios Princesa de Asturias porque son unos premios que se conceden todos los años a la Princesa de Asturias. Es verdad que en la lotería a veces toca la pedrea, es un truco para mantener la ficción.
    Pero no puedo decir que nunca me haya tocado nada. Me tocó una vez, cuando tenía dieciocho años, que los he tenido aunque ahora parezca una extravagancia por mi parte asegurarlo. A esa edad fui a estudiar a Madrid, a un colegio mayor. Allí, como era costumbre a primeros de octubre y después de putearnos concienzudamente a los nuevos, se organizó la fiesta del novato.
    Asistían las chicas del colegio mayor femenino de al lado, había barra libre y música en directo. Mi experiencia en fiestas era limitada. Lo de la barra libre me puso en guardia, debía medirme. Según mis cálculos lo prudente sería tomar tres o cuatro tragos, no más. Recuerdo un par de anécdotas de la fiesta. Un chaval, que se llamaba Celes, lloraba desconsolado porque los músicos no le dejaban tocar la batería. Otro razonaba filosófico sobre su borrachera y hacía pruebas de equilibrio con toda seriedad. Un amigo quería hacerle beber café con sal, sin éxito.
    Y hubo un sorteo. El número que jugaba cada uno era el que figuraba en la invitación a la fiesta. Entre los modestos premios, y para mi sorpresa absoluta, me tocó un león de peluche bastante grande. En seguida me abordaron dos chicas sonrientes —que no conocía de nada— sugiriendo que se lo regalase. Hice una rápida reflexión sobre la condición humana y descarté tal eventualidad; el león de peluche era mío y solo mío. En Navidades me lo llevé a casa y mi madre, intuitiva, le puso un pantalón y una camiseta del Athletic.

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