viernes, 10 de noviembre de 2023

El Dios de Spinoza (y 2)

    Desde luego, de existir, Dios es el Yo por excelencia, el Yo total, definitivo; hasta el punto de que ese Yo absoluto incluiría, se intuye, todo el Universo. Universo y Dios puede que sean lo mismo y ese debe de ser el Dios de Spinoza en el que creía Einstein. Claro que a Spinoza le vetaron en todas partes y le pusieron de ateo y panteísta para arriba, pero aquí no entramos en filosofías ni teologías, esto solo quiere ser literatura.
    De que Dios sea tan grande como el Universo, porque más no puede ser, se deduce que nosotros somos una parte de Dios —como quien tiene una acción de una multinacional—; al mismo tiempo cada ser viviente es algo tan nimio, tan pequeño —por una acción no te hacen sitio en el consejo de administración—, tan infinitesimal al lado de la grandeza eterna de Dios o del Universo o de como quieras llamarlo, hay tantos ceros detrás de la coma que en la práctica no existimos o, si te pones puntilloso, existimos de una forma tan leve, tan ligera y tan breve, que es como si no existiéramos.
    Si todo esto es así, que no estoy seguro, nada más natural que coincidir con Einstein en creer en ese Dios e incluso tomarse al pie de la letra la cita de Amado Nervo, Dios existe, nosotros somos los que no existimos, aunque comprendo que es difícil dejar de creer, aunque sea un poquito, en la propia existencia; por muy humilde, oscura y fugaz que sea.

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