martes, 7 de noviembre de 2023

El Dios de Spinoza (1)

    Baruch Spinoza, filósofo y pensador, apunta ese nombre. Una vez le preguntaron a Einstein si creía en Dios y contestó que él creía en el Dios de Spinoza. Otro que le hacía caso —a Spinoza— fue Amado Nervo que en uno de sus poemas dice: ¡Dios sí existe!… ¡Nosotros somos los que no existimos! Qué bueno, ¿no? Borges citaba esas palabras de vez en cuando. Me gusta esa subversión de existencias, tiene su gracia. Parto de que los mamíferos solemos pensar que nosotros existimos y Dios cualquiera sabe.
    Cuando Dios se apareció a Moisés —en la zarza que ardía sin consumirse— le dijo: “Yo soy el que soy; esto dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envía a vosotros”. Decir “yo soy el que soy” se puede entender como “yo soy el único que soy y por tanto vosotros no sois, punto”. “Yo soy”, por cierto, en hebreo es Yahvé. De esta aseveración de Dios se puede derivar que el único que puede decir “yo” con todas sus consecuencias, el único ego digno de proclamar su existencia, es Él. Otra deducción sería que la modestia no era lo suyo; aunque es lo natural, un dios modesto no se concibe, se le subirían a las barbas.
    Soy escéptico sobre la autenticidad de aquella aparición a Moisés. Las únicas apariciones que veo posibles son las que suceden dentro de un sueño; hasta yo he visto a Dios en un sueño. Por contra, la rama del saber que trata de lo que ha sucedido, la Historia, nunca ha considerado auténtica ninguna aparición ni de Dios ni del diablo ni de nadie. Tampoco es que hiciera falta, por qué había Dios de aparecerse a nadie, sería una forma de exhibirse muy poco acorde con la categoría del personaje (con perdón por lo de personaje).

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