sábado, 4 de noviembre de 2023

El poder, etcétera (y 3)

    Aparte de todo lo dicho (por escrito) hay algo más, un intangible que no estaba en el guion. Un poder inopinado con el que no contaban para nada los inventores de la escritura (que la inventaron para hacer cuentas). Se puede dar en cualquier texto escrito —dependerá del escritor y del lector— pero sobre todo pasa, me parece, en los escritos interpersonales; sea una carta o una postal de las de antes, sea un correo electrónico o un mensaje por redes sociales.
    Es un fenómeno al que, la verdad, no le encuentro ninguna explicación lógica. Intuyo que debe de ser una sinergia que se deriva de la combinación de, por una parte, lo que ha escrito el remitente con, por la otra parte, la imaginación, o el propio ser, del que lee; una forma de realimentación o reverberación que nos afecta, nos sacude, nos ilumina, nos conmueve más allá de lo que un análisis frío del significado del mensaje permitiría deducir.
    Eso pasa, está demostrado empíricamente, una frase leída en las circunstancias adecuadas nos emociona más, a veces mucho más, que las mismas palabras simplemente pronunciadas. Todas las carencias mencionadas de pronto desaparecen en esa especie de arrebato místico que se apodera del lector. De eso hablamos cuando hablamos del poder extraordinario de la palabra escrita.


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