jueves, 23 de mayo de 2024

Una amistad perdida (1)

    Un buen guionista puede salvar una mala película, si los diálogos son buenos importa menos lo demás. Con ello en mente he querido escribir este texto en forma de diálogo pero no me ha salido. Se trataba de guionizar un encuentro imaginario con un antiguo amigo de la infancia.
    Me he puesto a ello pero en seguida me he dado cuenta de que no estaba funcionando. Por un lado las frases me salían anodinas, sin gancho; por otro para la tercera línea ya no sabía en boca de quién la estaba poniendo. La voz era siempre la misma, el único que hablaba era yo, las palabras eran todas mías, las suyas no aparecían por ninguna parte. Solo era yo, solo yo hablando solo. Yo, yo; oh, ¡cállate ya! Eso me digo a mí mismo pero no puedo, no quiero callarme; es puro solipsismo, me temo. Quería jugar a guionista pero he tenido que volver a la narración. Guion, por cierto, contra todo pronóstico, no lleva tilde.
    La historia es esta. En la infancia tuve un gran amigo, aunque entonces no me paré a considerarlo. Nos conocíamos de toda nuestra corta vida. Jugábamos en los descampados con los chavales del barrio, fuimos juntos a la escuela, los domingos íbamos al cine, que estaba al lado de casa. Su madre era modista y recuerdo estar, a los cinco años, en el cuarto de costura debajo de la tosca mesa de madera en la que trabajaba. En verano se iban de vacaciones al pueblo de la madre, Manresa, que en mi imaginación se convirtió en un lugar casi legendario. Su cumpleaños era el diez de marzo; he olvidado muchas fechas pero no esa.

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