martes, 25 de junio de 2024

Armatoste

    Pensando en otras cosas me ha venido a la mente la palabra armatoste y con ella un ejemplo de la vida real, una estampa del pasado. He visualizado la estructura de madera que había en M. (pueblo de pasado rural, que todavía lo es pero menos). Estaba en un punto neurálgico, cerca de la plaza más concurrida.
    Alguien estará pensando en un cadalso; no, no ha habido ejecuciones de ese tipo en el pueblo. Sí posiblemente de otro, como en casi todas partes, a cuenta de la guerra, la guerra del 36. Por lo poco que he podido saber hubo por allí un buen número (o sea un mal número) de ejecutados, en principio por parte del bando sublevado y en perjuicio de los partidarios de la República.
    Un dato que me ha sorprendido es que una de las profesiones más afectadas fue la de maestro, maestro de la República; no me digas que no es para que se te caiga el alma a los pies. Considerar que enseñar a los niños que todos los hombres (y las mujeres, pero entonces se decía así) son iguales y que la escuela pública no es sitio para la religión eran motivos suficientes para matar al maestro (véase la película El maestro que prometió el mar).
    Volvamos al armatoste. Aquella estructura de madera estaba diseñada para inmovilizar lo suficiente a las caballerías (creo que lo digo bien) o a cualquier animal de ese porte que lleve herraduras o que precise alguna manipulación en sus pezuñas. Vamos, que era donde se herraban los caballos. Potro de herrar es el nombre , que entonces no conocía.
    Nunca vi utilizarlo, creo que estaba allí como una especie de reliquia de tiempos pasados. En mi familia se asociaba aquella estructura (aquel armatoste) con un familiar más o menos lejano, ya fallecido, que había sido veterinario y que se llamaba Sindo. Valga lo escrito como un apunte perdido para mis memorias.

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