miércoles, 19 de junio de 2024

Brevedad

    Es muy posible que el presidente pase a la historia como el mandatario que se retiró unos días a meditar. El motivo quedará olvidado. Se le relacionará con Carlos I de España y V de Alemania que hizo lo mismo, o parecido, en su día. La diferencia es que aquel ya no volvió a la vida pública y este sí. Lo hizo con una carta-declaración de cuatro folios… A dónde vas, por dios —pensé— quién en sus cabales se va a leer esos cuatro folios. Algún periodista concienzudo, como mucho, o algún rival político para ver por donde agarrarlo.
    Una cosa tengo que reconocerle al presidente: aprende con la experiencia. Su siguiente carta ha sido de solo dos folios. “Solo”, digo, pero me siguen pareciendo muchos, sospecho que se podía haber explicado en menos, en uno concretamente (o no haber escrito la carta y punto).
    En esa línea de alentar la brevedad ha dicho el Papa Francisco —off the record— que los curas se alargan demasiado en sus sermones, les gusta oírse, y en su opinión —infalible, se supone— no deberían sobrepasar los ocho minutos de perorata.
    Había un presidente americano —o más de uno— que tenía dicho a sus asesores que sus informes no pasaran nunca de una página. La brevedad es una virtud, eso seguro. Claro que todo tiene su reverso y tampoco hay que exagerar. Lo digo por los mensajes de 140 caracteres, aunque pronto los subieron al doble porque no les cabían las sinsorgadas.

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