domingo, 29 de septiembre de 2024

Recreación de un mito (y2)

    Bueno, bien, hablar sin saber, decía. Pensaba en Sísifo y la pereza de enterarme bien de quién era. Era, es; a un personaje ficticio, como Sísifo, le da igual el paso del tiempo, no es alguien al que se pueda fechar como quien clava una mariposa en un mariposario (mariposario, propuesta a la academia; Cercas, toma nota, plis).
    Sísifo —me remito a mis hechos— se pasaba el día empujando cuesta arriba una piedra redonda. Importante: redonda; si no, no hay mito que valga; la piedra ha de ser redonda, más o menos, para poder llevarla dando vueltas cuesta arriba. Al llegar a la cumbre y soltar la piedra —solo un instante para quitarse el sudor— esta, la piedra, rodaba de vuelta al punto de origen, allá abajo al pie de la cuesta de las narices (horario infantil).
    Ese es el mito, la jugada de que Sísifo se ponga a su tarea cada día y no espabile nunca. Sísifo, criatura, la próxima vez cógete una buena cuña de madera de roble (valdrá una de roble, ¿no?) y cuando tengas la piedra arriba desliza la cuña con elegancia para que encaje debajo y la piedra, el pedrusco, el piedrón, quede ahí, bien quieta, y tú pegues un alarido y les hagas un corte de mangas a esos castrones, los dioses del Olimpo.

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