Acabo de beber un vaso de agua y me he dado cuenta de la maravilla que es tener una fuente en casa, me ha parecido un lujo asiático (asiático de Dubai City). A mi suegro, hace cien años, le mandaba su madre a por agua a la fuente. Y luego nos quejamos. Tenía pensado empezar de otra manera, empezar con la frase nadie sabe qué es el amor, pero se me ha cruzado lo del vaso. Así es la vida.
El amor. Nadie sabe lo que es, o yo no lo sé y por eso me lo pregunto de vez en cuando. Antes de beberme el vaso de agua me rondaba una pregunta importante que quiero hacerte: ¿Sabes ya quién es esa persona a la que serás fiel y de la que cuidarás en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de tu vida? Si no lo sabes, te lo voy a decir: esa persona eres tú. Tú eres el amor de tu vida; y está bien, así debe ser, porque el otro amor yo no sé lo que es.
Entiendo perfectamente la atracción física. O no la entiendo pero la conozco, vive conmigo. Dicen que hay seres asexuados, que no sienten esa atracción animal hacia algunos congéneres. Habrá, de todo tiene que haber, pero no es mi caso. La atracción física, un hecho contrastado. También entiendo la conexión digamos espiritual, que empieza cuando alguien te cae bien, te gusta su manera de ser, te alegras de que esté presente. Entonces, una cuestión decisiva antes de seguir. Atracción física, conexión espiritual, las dos a la vez —qué emoción—, espera, la cuestión: ¿son recíprocas? Si no lo son, olvídate de todo, sigue con tu vida, tómate un vaso de agua y acuérdate de que, en cualquier caso, nadie sabe qué es el amor.
A veces, sin embargo, y esto es otra maravilla equiparable, si no mayor, a la de tener una fuente en casa, a veces la atracción física y la conexión espiritual se dan a la vez y en ambos sentidos y eso tiene que ser el amor, digo yo, a mí no me da para más. Este sencillo amor, que me deja más tranquilo, tiene una característica fundamental: es efímero, volátil, pasajero, caduco. No sé si lo he dejado claro. El otro, el amor incandescente y eterno, el amor por el que la gente se suicida, es un trastorno de la percepción. Ese amor nadie sabe lo que es, es algo nebuloso, inverosímil, es un quimérico polo norte al que no ha llegado ningún explorador.
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