viernes, 30 de mayo de 2025

Nombre alternativo

    Los idiomas están en continua evolución; para bien o para mal, según épocas y opiniones. También se influyen mutuamente, y cada vez más. A veces no, a veces un idioma se aferra a su tradición y aguanta el embiste de la globalidad inmisericorde. Creo que ha podido pasar con los aranceles; con la palabra “arancel”, rara donde las haya. En inglés dicen tariff. Por otro lado, tarifa en inglés se dice fee. Arancel resiste, de momento. No descartaría que un día un periodista dijera, o escribiera, que al precio de tal producto (importado) el gobierno le ha añadido una tarifa del tanto por ciento. Ah, que ya ha pasado...
    Escribo esto a modo de introducción y me voy dando cuenta de que en el fondo no viene a cuento. Es igual, mejor sacarlo y que no se me quede dentro y pueda llegar a infectarse. AI son las iniciales en inglés de Artificial Intelligence. La expresión se acuñó, al parecer, en 1956 y ha pasado al castellano como Inteligencia Artificial. Para mí que está mal dicho. La inteligencia artificial es una verdad a medias, porque es artificial pero no es inteligencia. Igual es un oxímoron. Me suena mejor Inteligencia Simulada, expresión que deja claro que hay trampa, engaño, simulación.
    Pero es que la palabra inteligencia tampoco me parece adecuada. La inteligencia natural es sináptica y humana y por tanto imperfecta, factible de equivocarse, ¿para qué querríamos copiarla? Si la inteligencia natural es imperfecta, la simulada lo será más. Habría que sustituir la palabra inteligencia por algo más consistente. Se me ocurre sabiduría. SS, Sabiduría Simulada (Simulated Wisdom, SW en inglés); falsa en todo caso. Como término coloquial sugiero el que usaba Txomin del Regato: “sabidurensia”.

martes, 27 de mayo de 2025

La vida para dummies

    El que nunca ha tenido un dolor de muelas no es consciente de lo que se pierde (aforismo irónico). Dicho del derecho: si no te ha dolido nunca una muela no sabes lo que ganas cuando no te duele. Si no conoces lo malo no sabes apreciar lo bueno, incluso lo neutro.
    A esto se refiere, me parece, esta frase, que se oye en una película (por lo demás olvidable): Si la vida no te lo pone difícil es que no está haciendo bien su trabajo. Es cierto, puestos a elegir la mayoría optaría/optaríamos por una existencia sin sobresaltos, easy going, sin dolores de muelas, diríamos; luego resulta que cuando acaba una vida así, un comentario habitual es que esa persona en realidad “no ha vivido”. En el paquete de la vida va todo junto, tan vida es lo bueno como lo malo y, a veces, lo que de primeras parecía malo, a la larga resulta que era bueno.
    El actor Miguel Rellán también se declara partidario de arriesgar. Dice algo así (parafraseando): luego están los yo-ya-no; yo ya no opino, yo ya no quiero líos, yo-ya-no esto, yo-ya-no lo otro… ¿tú ya no nada?, ¡pues muérete ya! No, no te mueras todavía, yo te entiendo, aunque no es mi caso porque a mis yo-ya-no casi siempre hay que quitarles el ya del medio.
    Y termino con una cita agridulce de otro que arriesgó, el gran Pepe Mujica: Me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo, pero estuve entretenido. Sí, así es; pero no del todo. El mundo, con tipos como él, sí que cambia; aunque sea solo una pizca.

sábado, 24 de mayo de 2025

Momento estelar

    Guion no lleva tilde, truhan tampoco; pasa la voz. La razón es que son monosílabos (o se les acusa de ello). Si fuera el rótulo de un comercio sería este: “Guion, sin tilde desde 2010”.
    Cada vida sigue un guion que nadie conoce de antemano pero que, pasados los años —y eventualmente extinguida esa vida en particular—, aparece tan lógico y redondo como el de cualquier película. La vida más aburrida si la miras de cerca, y más si la miras desde dentro, resulta fascinante; está esperando que alguien la cuente.
    Uno de los momentos estelares de cada historia, de cada guion (y de la humanidad, Stefan Zweig) es cuando la protagonista se queda embarazada. Se queda, en reflexivo, como si fuera espontáneo e involuntario. A ver si mejoramos el idioma. Nos hemos quedado embarazados tampoco vale. ¿Cómo decirlo? Está embarazada, cierto, esa es la fórmula correcta.
    Una explicación más prolija sería absurda: mi pareja y yo hemos tenido relaciones sexuales, consentidas y deseadas, y como consecuencia, no habiendo puesto ningún medio para evitarlo, estoy embarazada. Otra forma: de la fusión de un espermatozoide suyo y un óvulo mío una nueva vida ha surgido en mi útero.
    Bueno, pues esta chica está embarazada, de unos seis meses —enhorabuena—, y una mañana temprano se levanta, va al baño y a la vuelta comenta de pasada: me ha despertado el hipo del bebé. Así lo ha dicho. Es el bebé, ¡hip!, que está haciendo sus ejercicios prerespiratorios. ¿No es maravilloso?

miércoles, 21 de mayo de 2025

Una vez

    Una vez una chica —que ahora ya será abuela— nos explicó cómo saber el número y el sexo de nuestros futuros hijos. Fue durante un cursillo de euskera al que me apunté un verano. Éramos tres o cuatro escuchando. El método, en realidad, es muy conocido. Para llevarlo a cabo bastaba la cadena con la medalla que entonces llevaba al cuello. Me la habían regalado mis padrinos, una medalla de oro con la Virgen de Begoña por un lado y mis iniciales y fecha de nacimiento por el otro. La perdí hace años, en una piscina.
    Por si no lo conoces: se sujeta la cadena con la medalla colgando y según oscile en círculo o como un péndulo será niña o niño. Si no se mueve, nada. Antes de hacer la prueba aquella chica —se me ha olvidado el nombre— había adivinado mi signo del zodíaco, lo que me predispuso a su favor. Me salió que tendría dos niños y dos niñas, no esperaba tantos. Luego han sido la mitad: dos niñas. Hay que reconocer que el “método” es una bobada como un piano.
    La chica era maja, seria, inspiraba confianza, me gustaba. Nos hizo el truco de la cadenita y después, cuando estábamos tan a gusto charlando, de improviso se excusó y se fue a charlar con otro grupo. Pensé que no éramos lo suficientemente interesantes para ella, se había empezado a aburrir. Fue bastante frustrante, como si nos hubiera hecho la cobra (aunque tampoco sabía entonces qué era hacer la cobra).

domingo, 18 de mayo de 2025

Tres genios

    Una obra maestra, en literatura, requiere de la colaboración de dos y, con frecuencia, hasta de tres genios. El primero es el que la escribe, naturalmente. El tercero — luego hablamos del segundo— no siempre es necesario, solo cuando se lee la obra en un idioma distinto al original. Se trata del traductor, cuyo nivel de genialidad ha de ser similar o superior al del autor, nunca inferior. Un traductor inferior desgracia la obra sin remedio. Uno superior corre el peligro de mejorarla, lo que no deja de ser un problema. El traductor se enfrenta a la titánica tarea de cambiar de idioma sin perder ni ganar nada en el camino; algo que es imposible, pero bueno, bastante será que se junten esos dos genios.
    Una vez escrita la obra —y traducida en su caso—, por muy buena que sea, si no interviene otro genio, el segundo, sigue sin ser una obra maestra. Pista: es como el árbol partido por un rayo en el bosque: si nadie lo ha visto, ¿de verdad ha caído ese árbol partido por un rayo en el bosque? No, de alguna forma. Lo mismo sucede con la obra que nadie ha leído. Seguro que hay por ahí un buen número de grandes libros escritos por genios aislados en sus bosques a los que nadie ha tenido la oportunidad de echar un vistazo.
    Así que, dijo el dios de la literatura, léase la obra, y la obra fue leída. ¿Es ya suficiente? Tampoco, a no ser que comparezca nuestro querido segundo genio, el lector que esté a la altura, el lector que dialogue de tú a tú con el autor (y con el traductor, si lo hubiera), alguien a quien queremos tanto porque podríamos ser nosotros mismos. Pero hay más: cada combinación distinta de autor, traductor y lector (geniales) hace que la obra, además de maestra, sea también única, porque ni traducciones ni lecturas son nunca iguales.

jueves, 15 de mayo de 2025

Pretenders

    Fingir, fingimiento, no es una idea que tenga buena prensa; recuerda a trampa o engaño o mentira pero puede significar otras cosas. Se puede fingir para no ofender, por ejemplo, o fingir por modestia o fingir para sobrevivir, poniéndonos un poco trágicos. O puede resultar que la vida consista en fingir, que el fingimiento sea la principal característica del comportamiento humano.
    Hemos nacido para correr, Born to run, incluso para hacer un poco el salvaje, Born to be wild, pero también hemos nacido para fingir, Born to pretend, que alguien escriba la canción. Fingir nos viene impuesto y está mal visto no hacerlo. No todo el rato, eso es imposible; pero sí en general, en el sentido de que, inevitablemente, nos movemos arrastrados por la corriente de la vida; puede que no siempre por el sendero trillado pero sin alejarnos demasiado, quizás porque no hay otra forma de vivir.
    Nacemos en el seno de una sociedad organizada que lleva milenios de rodaje y es como si un espécimen de vida extraterrestre se despertase una mañana entre nosotros. Ese hombre-estrella se encontraría de pronto en un sitio donde ya todo está regulado, el sentido del ridículo, las normas de tráfico, los usos amorosos, todo; nada escapa a lo establecido, así que no le quedaría otro remedio que seguir las reglas o, mejor dicho, fingir que las sigue, que es lo que nos pasa a los nativos sin sospechar siquiera que estamos fingiendo; sin reparar en que no estamos siendo fieles a nosotros mismos, sobre todo porque no tenemos ni idea de cómo se haría eso.
    Solo raras veces alguien se da cuenta, por suerte o por desgracia, del fingimiento perpetuo en el que vive, pero como no tiene otra alternativa, o la que vislumbra consiste en otra forma de fingir, lo asume y se concentra en hacerlo lo mejor posible, en ganar el campeonato local, provincial, regional, autonómico, estatal, europeo o mundial del fingimiento; porque no te puedes ni imaginar hasta donde puede llegar el ser humano si se propone algo de verdad, si para conseguirlo pone en ello todo su corazón.

lunes, 12 de mayo de 2025

Versiones

    Por atrición he leído el “Libro del desasosiego” de Fernando Pessoa. Atrición es desgaste; y también, para mí, una táctica de lectura. Diez páginas al día y en dos meses la fortaleza de Pessoa ha caído, nada de qué enorgullecerse. En vida Pessoa solo publicó un librito de poemas patrióticos en portugués y otros tres (libritos) de sonetos en inglés (aguántalo). Era bilingüe. Pero escribir, escribió como un poseso.
    Durante veinte años redactó fragmentos más o menos elaborados de lo que proyectaba que sería su libro del desasosiego. Se lo adjudicó a un heterónimo; o a dos, porque además de a Bernardo Soares cita también a un tal Vicente Guedes. En las notas del libro se recoge esta afirmación: Bernardo Soares soy yo menos el raciocinio y la afectividad. Pues tú me dirás qué es lo que queda. El resultado, no sé si genial, es tildado de filosófico y tiende a desolador.
    En realidad “El libro del desasosiego” ni tan siquiera existe, Pessoa dejó un montón de papeles en completo desorden, y las ediciones que se han hecho, cincuenta años después de su muerte, son meros intentos de organizar ese caos. Sea como fuere, he leído uno de esas reconstrucciónes, la del traductor Perfecto Cuadrado, y me he quedado con dos palabras que se repiten: soñolencia y saudade. Sus razones habrá tenido para elegirlas.
    Soñolencia es un sinónimo de somnolencia, pero no lo parece, porque estar somnoliento es tener ganas de dormir y estar soñoliento suena más a tener ganas de soñar. De saudade, nada que decir que ya no sepas. Pues bien, he consultado otra traducción, la de Ángel Crespo, y en ella, aparte de confirmar las múltiples diferencias, he comprobado que esas dos palabras, saudade y soñolencia, no aparecen ni una sola vez.

viernes, 9 de mayo de 2025

Pentasílabos esdrújulos

    Leo que una escritora (testigo protegido) declara amor a las esdrújulas. Lo da a entender. A J., un amigo, por el contrario, le oí en una ocasión renegar de ellas. Las esdrújulas están bien, sin abusar. Lo mismo pasa con los pentasílabos, incluidos los esdrújulos. El hecho de que la palabra pentasílabo sea a su vez un pentasílabo es una coincidencia que reconforta. Los pentasílabos son los dinosaurios del diccionario.
    Una vez soñé con la palabra lepidóptero y quién sabe por qué me sentí satisfecho, me pareció un sueño de cierto mérito. Hoy he soñado con otro pentasílabo: escarapela. No tiene la fuerza de las esdrújulas pero da gusto la suavidad de sus cinco sílabas susurrándote al oído, es ca ra pe la.
    Esto me ha recordado otra palabra de hace unos días. Estaba pensando que los nombres de los equipos de fútbol italianos pueden darse tanto en masculino como en femenino, así el Milan, el Inter, el Nápoles o, por el otro lado, la Roma, la Juve, la Fiorentina. Sin embargo en España no es tan frecuente el femenino, en equipos de fútbol, y haciendo memoria me he acordado de la Balompédica Linense, el equipo de La Línea de la Concepción, en Cádiz.
    Balompédica es otro pentasílabo esdrújulo. Si los pentasílabos son los dinosaurios del diccionario, los esdrújulos son los Tyrannosaurus rex de los pentasílabos. Balompédica es una palabra única, con personalidad; no es probable que la encuentres en ningún otro contexto. Al pronunciar la sílaba tónica parece que has chutado un balón, balomdica; gol por la escuadra.

martes, 6 de mayo de 2025

Animalidad

    Somos animales (y al decirlo no me repito, insisto). Es una verdad básica, indudable, incontrovertible, fragilísticoexpialidosa. Somos una forma de vida, la vida animal, que se da en el planeta Tierra y no sabemos si en algún otro lugar. Podría darse, claro, y podrían darse otras formas de vida que no podemos ni imaginar.
    Siempre me ha llamado la atención que todos los “monstruos” de las películas tengan boca, ojos, nariz, orejas, brazos, piernas... O casi todos. No sabemos imaginar otra cosa, no sabemos imaginar nada, nos limitamos a reproducir lo que conocemos y como mucho lo exageramos; no nos da para más.
    Somos animales y cuando dicen que somos el único animal que ama o que ríe o que bebe sin sed o que lo que sea, suelo preguntarme si será cierto del todo. Por ejemplo, dicen que somos el único animal consciente de su finitud, el único que sabe que va a morir; ¿seguro?, ¿no puede un perro sentir, pensar, intuir que su perra vida acabará algún día? No veo por qué no. Quien dice un perro dice cualquier otro animal, una ballena blanca, por ejemplo.
    Es que el ser humano es el único ser viviente que tiene alma, dice uno. Bueno, si el alma no pesa nada no entiendo qué es el alma; si pesa unos gramos, los que sean, entonces repito lo de antes, ¿por qué no iba a tener alma un gato? (digo gato por cambiar). Reivindico la vida eterna para todos los animales. O jugamos todos o se rompe la baraja. Y si el paraíso y el infierno están en este mundo, más a mi favor. Para mí que padecemos un complejo de superioridad de los de hacérselo mirar. No es que estemos mal, nada más lejos, pero reconozcámoslo: No dejamos de ser unos patéticos mamíferos.

sábado, 3 de mayo de 2025

Pecadores

    Con profondo dolore devo annunciare la morte del nostro Santo Padre Francesco. A veces el italiano se entiende de maravilla. Publicaban el otro día una lista de los 264 papas que ha habido hasta la fecha. Me he enterado así del caso del papa Liberio (en la lista aparecía como Liborio, error). Después de más de tres siglos de papado y de treinta y cinco papas, todos proclamados santos, algo tuvo que hacer mal Liberio para ser el primero que aún no ha sido “elevado a los altares” (los trece que le siguieron también son santos).
    Casualidad, fue este Liberio el que fundó el templo que ahora es la basílica donde han enterrado a Francisco. Cuándo le preguntaron si aceptaba su nombramiento como papa, Jorge Mario Bergoglio dijo que sí y añadió: aunque soy un gran pecador. Igual lo dijo en latín, etsi magnus sum peccator, o en italiano, anche se sono un grande peccatore. Lo dijera en el idioma que lo dijera no dudo de que era sincero; quién sabe de los abismos interiores de cada uno o, mejor dicho, de cada otro.
    Francisco solo pudo ser un gran pecador porque no los hay pequeños. Todos lo somos en tanto que imperfectos. La humanidad se divide en dos grupos de personas, por un lado los grandes pecadores y por otro, los aún más grandes, a los que podríamos llamar los super-pecadores. Así que, serás un gran pecador, Jorge Mario o Francisco o Francesco o Franciscus, no lo dudo, pero te garantizo que no eres de los más grandes. No sé por donde andará Liberio en el ranking, pero aquí estoy yo, sin ir más lejos, que en otras muchas cosas no, pero en esa te gano seguro.