miércoles, 23 de julio de 2025

Dos escenas

    Dos escenas de la vida diaria que me tocan el corazón, cada una por una esquina. Primera. Estoy con mi periódico y mi café con leche en una terraza de la plaza del ayuntamiento cuando llegan ellos, padre nonagenario e hijo. Ambos fueron, en su día, deportistas conocidos. Al padre le cruzaba, ya hace años, andando a paso ligero por los caminos. Según ha pasado el tiempo he sido testigo circunstancial de su declive. Ahora llega vacilante y el hijo le ayuda a sentarse a la mesa de la terraza. Luego le habla en tono tranquilo comentando el último fichaje. El padre apenas dice algún monosílabo y cuando se lleva la taza a la boca algo del líquido le resbala por el mentón. Entonces el hijo coge una servilleta de papel y le dice al padre: espera, que se te ha caído un poco, y le limpia la cara con todo cuidado. El hombre se deja hacer y mira al hijo con los ojos brillantes.
    Segunda escena. Cada mañana un vehículo adaptado recoge sobre las nueve a la hija discapacitada de unos vecinos del barrio. La chica está ya en la treintena pero apenas se ha desarrollado. No anda, no habla, expresa sus emociones con gestos y sonidos y lleva gafas de bastante aumento. Habitualmente es el padre el que la acompaña. Hoy he pasado a su lado justo cuando la iban a subir al vehículo en su silla de ruedas. Así, he podido ver como, para despedirse, la chica echaba la cabeza hacia atrás, la giraba y miraba a su padre con una expresiva sonrisa de felicidad.

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