Ha muerto Robert Redford y me ha pillado de sorpresa. No sé por qué, me parecía que todavía haría alguna película más. Ahora comprendo que tenía 89 años y nada hay más apropiado a esa edad que morirse (no soy yo, es la vida). Era una estrella, pero fugaz; como todos.
Con los actores y actrices como él nunca sé si son buenos o les basta con la fotogenia. A Robert Redford no hubo ni que cambiarle el nombre; el suyo propio ha sido suficiente, con esa letra erre que se repite cuatro veces y el juego de las vocales, o-e en el nombre, e-o en el apellido.
Ahora que ha muerto todo el mundo, o la mitad femenina, se acuerda de la escena de “Memorias de Africa” en la que le lava el pelo a Meryl Streep. Yo no me acordaba, la he visto ahora y me ha llamado la atención lo guapa que está Meryl y la expresión de felicidad que pone, con los ojos cerrados, cuando Robert le vierte con esmero el agua de una jarra.
En la película Meryl Streep interpreta a Karen Blixen, la autora, bajo el seudónimo de Isak Dinesen, de la novela autobiográfica original. La he leído. Karen Blixen escribe muy bien. Es bonito y hasta emocionante el conocido comienzo: Yo tenía una granja en África al pie de las colinas de Ngong… Lo curioso es que, aunque la historia de amor sucedió en la vida real, en el libro el personaje de Robert Redford solo es un buen amigo; el protagonismo es para la vida en la granja, la misma África y los nativos de la región, los kikuyu.
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