viernes, 28 de mayo de 2021

Antes, ahora y luego

    Se han encontrado en una cueva de Cantabria unas huellas de pies de niños de hace 16.500 años; siglo arriba, siglo abajo. Me asombro, una vez más: un niño pisa en el barro (¿en el barro?, ¿sí?), pasan dieciséis mil años y ahí sigue la huella, incólume. Están en un sitio “de difícil acceso”, no podía ser de otra forma; en un recoveco del fondo, supongo. Los investigadores han deducido que los niños estarían jugando. Los niños jugando en el fondo de la cueva, bien. Me imagino al padre, o a la madre, comentando junto al fuego, por la tarde: Estos niños, todo el día encerrados en casa, a su edad yo me pasaba la vida en la calle.
    Es mi impresión que el comentario se ha ido repitiendo a lo largo de la prehistoria, primero, y de la historia, más recientemente. Estoy convencido de que Julio César lo dijo más de una vez. Por mi parte, cuando era niño, me acuerdo perfectamente, los sábados a la tarde veía en la tele “Flecha Rota” (una serie de una media hora) y luego salía a la calle a jugar a que era un guerrero indio que cabalgaba en su caballo imaginario, a pelo o con una simple manta imaginaria. Mientras correteaba imitaba los sonidos del jinete y sobre todo los del caballo, el ruido de los cascos y los relinchos. Y le azuzaba dándole palmadas en la grupa (dándome palmadas en el culo). Supongo que no demostraba excesiva inteligencia, pero, ah, entonces, cuando jugábamos libres en la calle…
    Así seguimos, no hemos avanzado ni un paso. Hace bien poco se lo he oído decir, una vez más, a alguien de poco más de veinte años: los niños de ahora ya no juegan en la calle como hacíamos “nosotros”. De este hecho, al parecer incontrovertible, se derivaría una parte, al menos, de la miseria general del momento. Dentro de cien años dirán lo mismo. Y dentro de mil, si seguimos en el planeta (si siguen).
    Si todos lo dicen será que es así, aunque la lógica diga que es un absurdo. Otra cosa sería que una generación jugara libre en la calle y la siguiente no; y así sucesivamente. Entonces sí sería cierta una de estas dos afirmaciones, que se irían alternando: qué distinto era todo en nuestra infancia cuando jugábamos en la calle, o cuando no salíamos de casa, según fuera el caso. Eso sí tendría lógica.

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