Se
han encontrado en una cueva de Cantabria unas huellas de pies de
niños de hace 16.500 años; siglo arriba, siglo abajo. Me
asombro, una vez más: un niño pisa en el barro (¿en el barro?,
¿sí?), pasan dieciséis mil años y ahí sigue la huella, incólume.
Están en un sitio “de difícil acceso”, no podía ser de otra
forma; en un recoveco del fondo, supongo. Los investigadores han
deducido
que los niños estarían jugando. Los niños jugando en el fondo de
la cueva, bien. Me imagino al padre, o a la madre, comentando junto
al fuego, por la tarde: Estos niños, todo el día encerrados en
casa, a su edad yo me
pasaba
la vida en la calle.
Es
mi impresión que el comentario se ha ido repitiendo a lo largo de la
prehistoria, primero, y de la historia, más recientemente. Estoy
convencido
de que Julio César lo dijo
más de una vez.
Por
mi parte, cuando
era niño, me acuerdo perfectamente, los sábados a la tarde veía en
la tele “Flecha Rota” (una serie de una media hora) y luego salía
a la calle a jugar a que era un guerrero indio que cabalgaba en su
caballo imaginario, a pelo o con una simple manta imaginaria.
Mientras correteaba imitaba los sonidos del jinete y sobre todo los
del caballo, el ruido de los cascos y los relinchos. Y le azuzaba
dándole palmadas en la grupa (dándome palmadas en el culo). Supongo
que no demostraba excesiva inteligencia, pero, ah, entonces, cuando
jugábamos libres en la calle…
Así
seguimos, no hemos avanzado ni un paso. Hace bien poco se lo he oído
decir, una vez más, a alguien de poco más de veinte años: los
niños de ahora ya no juegan en la calle como hacíamos “nosotros”.
De este hecho, al parecer incontrovertible, se derivaría
una parte, al menos, de la miseria general del momento.
Dentro de cien años dirán lo mismo. Y dentro de mil, si seguimos en
el planeta (si siguen).
Si
todos lo dicen será que es así, aunque la lógica diga que es un
absurdo. Otra
cosa
sería que una generación jugara libre en la calle y la siguiente
no;
y así sucesivamente. Entonces sí sería cierta una de estas dos
afirmaciones, que se irían alternando: qué distinto era todo en
nuestra infancia cuando jugábamos
en la calle,
o cuando no
salíamos de casa, según fuera el caso.
Eso
sí tendría lógica.
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