miércoles, 19 de mayo de 2021

Echar la culpa

    “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Esta debe ser la cita más conocida del Eclesiastés (con perdón). O igual esta otra: “no hay nada nuevo bajo el sol”. O también, y además es pura poesía, aquello de “todo tiene su momento y hay un tiempo para cada cosa bajo el cielo, un tiempo para nacer y un tiempo para morir, etc” (Pete Seeger le puso música, “Turn, Turn, Turn”).
    Como se sabe, el Eclesiastés (oops, I said it again) es un libro de la Biblia. He hecho mis averiguaciones y dejémoslo en librito, unas veinte páginas. Lo he leído. Me ha parecido que está escrito con cierto gusto literario (el mismo autor dice que esa es su intención) aunque, la verdad, no sé como se ha mantenido ahí, dentro del canon bíblico, porque suena bastante descreído.
    El Predicador, que eso debe significar el título, reniega de todo lo que se mueve, reitera que todo es vanidad y “caza de viento” (es bonito eso de “cazar el viento”) y aunque repite varias veces que hay que temer a Dios (dice temer, no amar), no insiste demasiado en lo que pueda venir después de la muerte. Elogia, por ejemplo, la sabiduría ante la necedad; pero avisa que tampoco sirve de nada ser sabio, el sabio muere igual que el necio.
    En medio de tanto nihilismo se agradece que diga, hasta tres veces, que “el único bien del hombre es comer, beber y regalarse en medio de sus fatigas” (nunca lo he escuchado dicho desde un púlpito). Sorprendente y rompedor también el último consejo a la juventud: “nunca se acaba de escribir más y más libros, y el mucho estudiar desgasta el cuerpo”.
    Pero lo que me ha traído hasta aquí ha sido otra cita que, sospecho, es asimismo obviada hábilmente por la doctrina de la Iglesia. Obviada con razón porque esto es lo que dice: “Busqué un hombre virtuoso y hallé uno entre mil; y mujer virtuosa, entre otras tantas, no hallé ni una”. Malhadada cita que viene precedida por otra aseveración misógina: “más amarga que la muerte es la mujer cuyo corazón es una trampa y cuyas manos son grilletes”.
    Estos feos detalles me han hecho acordarme del Hermano Rafael, que nos daba Religión en primero de Bachiller. Se me quedó grabada la exclamación espontánea que profirió cuando repasaba el episodio del jardín del Edén con la (presunta) manzana: “¡la tonta de Eva!”. Me sorprendió, con diez años que tenía, el sincero disgusto del Hermano por aquella caída que, así como quien no quiere la cosa, nos condenaba a toda la humanidad por los siglos de los siglos. La culpa, de Eva.

    Banda sonora: “Born a Woman”, Sandy Posey (1966).

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