sábado, 1 de mayo de 2021

Apunte sobre el amor con Raymond Carver

    Los hombres duros no bailan. Yo tampoco, pero no por duro sino por torpe. Decía uno de por aquí que estaba una vez en Cuba bailando feliz, creyéndose el rey de la salsa, y un cubano guasón le dijo, “quítate la escayola, chico”. Así bailo yo, como si estuviese escayolado.
    Los hombres duros, los que con un día sin afeitar les basta para poder encender una cerilla en la mandíbula, aparentan que el cariño les da igual, que no necesitan que nadie les quiera. Tampoco soy ese tipo de hombre duro. Gabriel García Márquez dijo que él escribía para que le quisieran. Por ahí ya nos vamos identificando.
    El amor no sé lo que es, pero lo que sí sé es que las historias de amor suceden. Una muy literaria es la de Tess Gallagher y Raymond Carver; los dos escritores, poetas. Raymond estaba predestinado por su apellido; “carver” significa “tallador”, tallador de cuentos y de poemas.
    Los primeros cuarenta años, redondeando, de Carver tuvieron sobre todo desgracias; alcoholismo y conflictos familiares sin fin. El alcoholismo, por cierto, qué plaga; líbranos Señor del alcoholismo, no es broma. Poco después de apostar por la sobriedad (Carver) conoció en un congreso de escritores a Tess. Esta ha dicho, y es una de las declaraciones de amor más bonitas que he oído, que cuando le conoció sintió como si toda su vida hasta entonces hubiera sido solo un ensayo antes de encontrarse con él.
    Estuvieron doce años juntos, hasta que Raymond murió de cáncer de pulmón (de fumar no había dejado). En su lápida Tess decidió poner el último poema (o uno de los últimos) que escribió Raymond, este:

Fragmento tardío

¿Y, aún así, obtuviste

lo que querías de esta vida?
Lo hice.
¿Y qué es lo que querías?
Poder llamarme amado,
sentirme amado sobre la tierra.

    Ser amado, beloved, y amar en consecuencia. O viceversa: amar y en consecuencia ser amado. Por mi parte, lo firmo. En cuanto a qué es el amor, ni idea.

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