Hablemos del amor, una vez
más. Esto es de Raphael, el cantante. Hablando del amor hay que
diferenciar; una cosa es el amor universal, el de “ama a tu prójimo
como a ti mismo”, cosa que por otra parte es casi imposible, y otra
el amor de pareja. En cuanto al amor universal puedo decir que amo a
gran parte del género humano y a algunos animales, sobre todo
perros, pero en todo caso menos que a mí mismo.
Aquí
intento referirme al amor de pareja, y digo de pareja porque más de
dos me parece ciencia ficción, además de multitud. Del amor se ha
hablado, se ha escrito y se ha cantado mucho. Hoy mismo he visto esta
película danesa, “Otra ronda” y la cita inicial, como si fuera
un libro, es esta: “¿Qué es la juventud? Un sueño. ¿Qué es el
amor? El contenido del sueño”. Como parece natural, siendo la
película danesa, la cita es de Kierkegaard. No estoy de acuerdo con
esa cita, no del todo; o sea, un poco sí. Quiero decir que no es
descabellado asociar la juventud con el amor.
Debería
haber empezado reconociendo que no tengo nada que decir sobre el
tema, aunque me interese. Hablar del amor es peliagudo; es hablar de
algo muy amplio desde una experiencia, la propia, muy particular. Es
como el ciego que palpa la pata del elefante y le piden que describa
el animal.
Alguna
simpleza sí puedo decir: amar es más viejo que rascarse la oreja.
El amor no puede ser un invento; o, si lo es, es uno de los más
exitosos de la historia. El amor está en buena forma, le veo cuerda
para varios milenios.
La
capacidad de amar es algo que está en todos nosotros y que unas
veces se manifiesta y otras no. Escudriñar en la naturaleza del amor
hay que dejárselo a los filósofos profesionales, el pueblo lector
bastante hace si se plantea un par de preguntas: ¿amo?, ¿soy amado?
Por desgracia solo podría responder a ambas de forma vaga, sin total
convencimiento.
El
amor, me parece a veces, es cuestión de fe (si fe es creer lo que no
se ve). Creer en el amor ayuda a vivir, como la religión. Y una
cosa, creo que los tópicos tan denostados como cogerse de la mano,
regalar una rosa, subir unos cruasanes, ¡escribir un poema!, no son
ninguna tontería.
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