martes, 12 de octubre de 2021

Mantener la llama

    Soledad es femenino y nombre de mujer. El masculino de soledad podría ser desamparo, las dos palabras suenan igual de tristes. Pero tristeza también hace falta en la vida, aparte de que la soledad no siempre es triste. Tan necesaria es la soledad como la compañía. Cada uno tenemos nuestra balanza donde sopesamos ambas en busca de un equilibrio. Luego está la paradoja: se puede sentir uno solo en compañía y acompañado estando solo (como cuando estás en animado diálogo con una página escrita).
    En una película (Someone to Love, 1987) Orson Welles se sacó de la manga estas líneas que no estaban en el guion: “Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Solo por medio del amor y la amistad podemos crear la ilusión momentánea de que no estamos solos”
    No he presenciado ningún parto; excepto el mío, se supone. Cuando me llegó el momento de asistir a otro, alguien, sería un médico, no sé, juzgó de un rápido vistazo que no era un candidato apto para ejercer de testigo y me indicó que esperara fuera. Visto desde ahí, desde fuera, y desde otro género, un nacimiento es un trauma, pero no hay forma de saber si el neonato se siente solo. Sale del claustro materno y seguido siente la piel de la madre, su aliento; aunque eso no es comparable con el calor del útero; allí sí que se debe de estar a gusto.
    Tampoco sabemos si se muere uno solo. Una vez que ha sucedido nadie ha podido contar sus impresiones. Salvando esos extremos, podemos coincidir con Orson Welles o no. Esta es mi sensación: todos vivimos solos detrás de ese avatar que actúa en nuestro nombre y muestra al mundo una imagen más o menos ficticia; pero, segunda parte, no por ello debemos perder la ilusión del amor y la amistad, porque esa creencia, en cualquier caso, nos hace mucho bien.

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