domingo, 13 de marzo de 2022

Mundo disparejo

    “Calcetines” es uno de esos casos en los que lo normal es utilizar el plural de la palabra. Este hecho no deja de ser extraño para nosotros (plural también) que a la hora de la verdad solo nos representamos a nosotros mismos (otra vez plural). Quiero decir que cada uno solo se representa a sí mismo (singular, por fin). Mientras nosotros vamos por la vida de uno en uno, los calcetines van de dos en dos, o eso parece.
    Los calcetines encarnarían, o más bien materializarían, el ideal de la vida en pareja, serían el equivalente en el reino mineral a los pingüinos en el animal, siendo el pingüino, también llamado, puede que injustamente, pájaro bobo, el animal monógamo por excelencia. Un calcetín suelto es una tara en un mundo perfecto. Esta afirmación encierra un contrasentido. Pruebo de nuevo: en un mundo ideal no debería haber ningún calcetín desparejo.
    Pero la realidad es imperfecta y esas uniones entre calcetines no son tan idílicas como aparentan. Así lo demuestra el hecho empírico de que abundan los calcetines desparejados, y más que habrá. Habrá más porque así lo predice la segunda ley de la termodinámica, que es esta: la cantidad de entropía del universo tiende a aumentar. Entropía en lenguaje coloquial significa desorden, por lo que aplicada al tema calcetines la segunda ley de la termodinámica diría: en el curso natural de los días el número de calcetines solitarios tenderá a incrementarse.
    La vida en general, y la vida humana en particular, es un sordo empeño contra la entropía, contra el desorden. El caso de los calcetines ejemplariza ese afán. Los humanos nos aplicamos con abnegación en mantener los calcetines emparejados mientras ellos, en la vida secreta que llevan en lavadoras, tendederos y cajones insisten en separarse una y otra y otra vez.

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