domingo, 21 de agosto de 2022

Arcos de piedra

    Hay aquí cerca un portón de piedra plantado en el medio de una zona verde aislada en un nudo de carreteras. No he encontrado ninguna información sobre él, imagino que es un resto, no muy antiguo, de alguna construcción cuyo emplazamiento original era otro en realidad. Solo los jardineros deben de visitarlo de vez en cuando. Verlo es asomarse al pasado, da paz y un poco de melancolía.
    Una vez que estábamos de vacaciones por el Mediterráneo iba conduciendo camino de algún pueblo de la costa, deduzco ahora que sería Oropesa del Mar, cuando me sorprendió ver de pronto en medio de la llanura un arco de piedra. Luego me he enterado de que era un monumento romano, el Arco de Cabanes, y que por allí pasaba la Vía Augusta, la autopista romana que iba de Cádiz a los Pirineos (como admitía las dos direcciones, bien pensado, también iba de los Pirineos a Cádiz).
    Sabía, aprendido en clase, de la existencia del Arco de Bará en Tarragona. Sospecho que cosas así ahora ya no se enseñan. No se considera importante conocer el dato y seguramente no lo es. De este otro arco que digo no tenía ni idea. Es mucho más modesto que el de Bará pero visto allí en medio de ninguna parte me impresionó. Tendría que ver el hecho de que fuera un hallazgo inesperado. A menudo lo que ya se espera decepciona. Ahora lo miro en fotografías y no parece gran cosa. Falta parte del monumento original, justo se mantienen las dovelas del arco. No me extrañaría que estuviera en parte reconstruido.
    El gran mérito más que erigir un arco puntual fue trazar aquella calzada y pavimentarla piedra a piedra. Por allí pasarían ciudadanos romanos, legionarios, comerciantes y todo tipo de gente durante siglos. Poco queda a la vista; parte del trazado coincide con la red de carreteras actuales, otros tramos son ahora caminos rurales. El arco de piedra es un testigo mudo que nos interpela y que parece dispuesto a seguir allí otro buen puñado de siglos.

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