Opinar por no callar, decía. Lo mismo se puede aplicar a escribir en un blog, en este por ejemplo. Habría que aclarar, homenaje a Groucho, que estas son mis opiniones pero si no te gustan tengo otras. Vamos, que este blog no está tallado en piedra y uno solo aspira a equivocarse con naturalidad.
Estar cargado de opiniones es una forma de sobrepeso. Opinar, lo justo; es una opinión. A veces se acierta pero suele ser por casualidad. Opinar es meterse en tinglados que casi siempre resulta que no conocemos, o no conocemos lo suficiente; es la forma más rápida de dejar al descubierto nuestra ignorancia; es quedar retratados con la boca abierta o los ojos cerrados o ambas cosas. A pesar de todo opinamos de modo inopinado (con perdón); opinamos con reincidencia, alevosía, nocturnidad (según horario) y, todo hay que decirlo, con menos premeditación de lo aconsejable. Porque en este caso la premeditación no es una agravante, al revés, ejercerla sería muy conveniente (alternativa, contar hasta diez). Alguna vez en la vida todos deberíamos pedir perdón por opinar tanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario