martes, 9 de agosto de 2022

La chica ciega

    Hacía mucho que no la veía y ahora lo he hecho varias veces en poco tiempo. Ya no es la chica ciega sino la mujer ciega. Sigue llevando el pelo corto, ya cano. Por lo demás no ha cambiado gran cosa, el mismo porte y el mismo andar discreto y decidido a la vez, acompañada por su perro guía, que tampoco será el de antes, supongo, pero sigue siendo un Labrador Retriever. Nota, es mi perro favorito. Nunca he tenido perro ni lo pienso tener pero si me obligaran a tener uno, qué tontería, por qué me iban a obligar, ese sería el perro que elegiría. Es el que más noble me parece, el más pacífico y amigable sin volverse empalagoso, creo.
    La chica ciega, prefiero llamarla así, con su perro y su bastón. Con sus gafas, aunque alguna vez, a lo largo de los años, la he visto sin ellas y me ha parecido que sus ojos no delataban la ceguera, o solo la delataban en la mirada algo perdida a una lejanía hipotética.
    Puede que perciba la claridad, eso sería importante. Habrá un grado de ceguera en el que uno note si es de día o de noche y ya sentirá, la persona ciega, que no es ciega del todo porque puede distinguir grados de claridad e incluso diferencias, si bien serán tenues, de color. Ojalá sea el caso de la chica ciega, que no lo sé. Igual es lo contrario, igual es y ha sido ciega siempre, ciega de nacimiento, y nunca ha visto nada ni conoce los colores más que de nombre y entonces te preguntas con qué derecho vemos los demás. Aunque no es cuestión de justicia, solo son las fuerzas, las fuerzas ciegas, de la naturaleza.

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