martes, 21 de marzo de 2023

Del cuerpo

    Está el mundo material y está el mundo de las ideas. La materia es lo que se puede tocar, más o menos. Afinando también será materia lo que se puede oler, o percibir en general. El cuerpo es materia, eso seguro; y nosotros somos un cuerpo, esto casi seguro; siempre hay que dejar un resquicio a la duda. En cada cuerpo va incluida de fábrica una mente. Como dice el falso adagio romano, Mens sana in corpore insepulto.
    Estamos condenados de por vida a cargar con un cuerpo, el genuino y auténtico cuerpo del delito; del delito de vivir, en opinión de algunos. Por fortuna, como pasa con todo, donde unos ven un problema, o un valle de lágrimas, otros ven una oportunidad, que tantas veces se desaprovecha y queda en nada pero hemos pasado un buen rato. El cuerpo, por cierto, ha muerto. Raquel Welch fue conocida por ese sobrenombre que hoy sería considerado lamentable. Su apellido de nacimiento era Tejada, su padre era boliviano, no lo hubiera adivinado en mil años.
    Nuestra principal actividad, o nuestra única actividad si llevamos el razonamiento hasta sus últimas consecuencias, es manifestarnos, expresarnos, y relacionarnos con otros cuerpos. Cada uno se mide a sí mismo en su relación con los demás, nadie es nada solo.
    En mi concepción del mundo, que no sé si llega a tanto como para merecer ese nombre, siempre había pensado en el cuerpo como algo con entidad definida, algo que evoluciona desde el nacimiento hasta la muerte pero en todo momento conserva su carácter entero y autocontenido.
    Ahora lo pienso y me doy cuenta de que no. El cuerpo nunca es el mismo, empezando por la respiración, el aire que entra y sale de nosotros, y que compartimos como buenos hermanos, con su aderezo de partículas suspendidas, sus virus y sus humos; suma a eso lo referente a la alimentación, apartado escatológico incluido —esto es la entrada y salida de desayunos, comidas y cenas en y de nuestro organismo—; las secreciones varias, como el sudor, y las excrecencias como el pelo o las uñas, la caspa que vamos desparramando; y en el otro sentido, para adentro, las ondas que absorbemos por la piel, ultravioletas incluidas, y otras ondas que a veces, supongo, nos atraviesan como si tal cosa.
    Y lo más importante, la llama que es la vida y que en una especie de combustión espontánea nos va consumiendo poco a poco. Intento una definición: El cuerpo humano es un amasijo pluricelular anárquico e inestable que, quién lo diría, alberga una conciencia que se mantiene en el tiempo.

No hay comentarios: