lunes, 27 de marzo de 2023

Nuevas divagaciones sobre la muerte

    Si hay algo al alcance de todos es morirse, es lo que han hecho los seres humanos a lo largo de la historia, leyendas aparte. Lo extraordinario es la vida, lo ordinario es lo anterior a la vida en el pasado y lo que venga tras la vida en el futuro. Cada uno de los interesados, todos nosotros, ni se enteró de nada anterior a sí mismo ni se enterará de nada de lo posterior; así que nada hay de qué preocuparse (esto ya lo dijo Epicuro). Creer otra cosa es libre, por supuesto.
    La muerte es el punto final de algo que se va cociendo a fuego lento durante toda la vida. Llega la muerte —en un instante— y esa conciencia que vivió ya no es. Otra cosa es la materia de la que estamos hechos, que puede que sea eterna junto a la energía (no sé si va de eso la teoría de la relatividad general).
    Cuando nosotros ya no seamos, materia y energía seguirán combinándose y se formarán otras conciencias, otras vidas, pero no serán las nuestras. O sí, porque lo bueno de la eternidad es que da tiempo para todo (si damos por buena la idea de un Universo infinito en el tiempo). La eternidad daría de sobra para que tarde o temprano acabe concretándose otro ser viviente igual a cada uno de nosotros —y ya puestos otro y otro más— aunque, me temo, sin nuestros recuerdos; serían clones sin memoria.
    Si quieres ser original de verdad no te mueras. Es broma, lo siento, no quisiera herir ninguna sensibilidad. Lo habitual es no querer morirse, admitido. También es habitual sentir miedo a la muerte —a dejar de ser, en realidad— o si no miedo angustia, pero también pasa que ese miedo, esa angustia, tiende a disminuir con la edad; lo dice la experiencia, cuanto mayor es una persona, cuanto más envejece menos teme a la muerte porque aprende en propia carne a aceptarla como la culminación natural de la vida.
    Porque la muerte no es nada, es un parpadeo; es el corazón que se para, el oxígeno que deja de llegar al cerebro y la luz que se apaga. Se pierde la consciencia de una forma similar, sospecho, a como tantas veces pasa a lo largo de la vida —al dormirse, un desmayo, incluso cuando “se queda uno en blanco”— solo que esa vez será la buena, digo la mala.

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