miércoles, 15 de marzo de 2023

Más divagaciones sobre la muerte

    Supongo que no se puede engañar a la muerte con palabras, salvo en los cuentos e incluso entonces no por mucho tiempo; a la muerte se la esquiva siempre de modo provisional. Aún así me gustaría comentar algunas cosas y decir para empezar que la muerte como un estado permanente no existe.
    Lo que llamamos muerte es el tránsito del ser al no ser, las dos alternativas que, muy atinado, proclamaba Hamlet en su monólogo. La duración de ese tránsito es técnicamente un instante. Todo lo que pueda haber a continuación no sé lo que es pero no es la muerte, es otra cosa y es lo mismo que hubo antes de la vida, antes del nacimiento (o de la concepción, sin querer meterme en líos ético-semánticos).
    Por eso, aunque comprendo que se diga que alguien está muerto, he llegado a la conclusión de que es una forma de hablar, de que nadie está muerto por mucho que haya muerto. Una vez hecho el tránsito, una vez pasado el instante de la muerte, el ser deja paso al no ser, y ya no está ni aquí ni allá, no está ni vivo ni muerto, sencillamente ha vuelto a no ser y por tanto ya no es, igual que no era antes de nacer.
    Lo que importa entonces, lo único que importa, es el tiempo en el que estamos vivos. La vida —no ha de olvidarse nunca— es un milagro, en el sentido de que es un hecho maravilloso que va más allá de nuestro entendimiento. Que estemos vivos es el premio gordo, un regalo inesperado de la naturaleza; somos así de afortunados. Adaptando el dicho: de bien nacidos es ser agradecidos por haber nacido. No éramos y ahora somos y por lógica biológica tarde o temprano dejaremos de ser. Ser o no ser, así de sencillo.

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