domingo, 2 de abril de 2023

Agua, sobre todo

    Hay un mundo que conocemos porque estamos en él y lo experimentamos a través de los sentidos. No sabemos de donde viene, cómo surgió; o no lo sé yo, aunque me lo hayan intentado explicar. Porque —vamos a ver— me dijeron que dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno forman una molécula de agua y me lo creí; así será, me lo aprendo y la química aprobada. Lo del agua me parece maravilloso, por lo bien que nos viene para la vida.
    Así estoy en el mundo, como tanta gente, sospecho; dando por bueno lo que no entiendo, que es casi todo; y haciéndome pasar por un ciudadano homologable, que seguramente lo soy. El síndrome del farsante, creo que se llama. Con estas premisas tampoco puedo descartar otras posibilidades o imposibilidades referentes a la vida, a la muerte, a la eternidad y a lo que se te ocurra. Por qué no pensar que puede haber otra vida después de esta, sea la afterlife de las series u otra cualquiera.
    Pero conocer, solo conocemos este mundo y todo lo que se diga de otros es algo inventado, deseado, soñado o imaginado; eso sí en general de buena fe. Dicho esto a mí me parece que alma es una etiqueta que se pone a algo difícil de definir y que muchas veces se confunde con la conciencia de ser; porque tampoco conocemos la relación exacta —si la hubiera— entre cuerpo y mente ni en qué consisten los mecanismos del pensar y el recordar.
    Tengo la impresión de que cuando decimos la palabra alma en la vida cotidiana no nos estamos refiriendo a un hipotético ente inmortal —en cuanto a cuya existencia francamente no lo veo— sino que la estamos utilizando como una forma más poética de decir mente, un sinónimo; como quien dice estío en lugar de verano.

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