miércoles, 17 de mayo de 2023

Fe poética

    Te haces unos análisis y luego buscas los asteriscos: el colesterol, la vitamina D… ¿y qué hay del alma?, de la psique, del equilibrio mental. Eso no aparece en el informe del laboratorio, y debería. ¿Y esto?, le preguntaría al doctor. Bueno, sí, me diría, ese asterisco significa que tienes una deficiencia de poesía; no parece grave, es normal con la edad.
    Son los sentimientos, estúpido, diría un cínico. Igual es que con los años se va perdiendo sensibilidad y tampoco te das mucha cuenta. Que la vida es dura ya lo sabíamos, será por eso que existen la literatura, la poesía y las canciones tontas de amor. Silly Love Songs es una de Paul McCartney y un ejemplo mal puesto, porque justo esa canción no me gusta.
    Hay una idea recurrente que he investigado y es de Coleridge el poeta inglés; es la suspensión de la incredulidad; el ingrediente, decía él, que constituye la fe poética; y la fe poética es lo que necesitamos ante obras de la imaginación que fríamente contempladas son increíbles y por tanto absurdas. Suspendemos nuestra incredulidad congénita y elegimos creer en un libro o en una película.
    Lo mismo es aplicable a la vida en general. Se trata de recuperar la fe poética que tuve un día o me convencí de que tenía. Era verdad aquella euforia que me producía su risa, importa una caricia. Decía Dino Risi, el director de “Il sorpasso” (“La escapada”) que el mejor recuerdo de su vida era el de subir de dos en dos los peldaños de una escalera con la emoción de dirigirse a su primera cita.
    Me siento como un Ulises al revés: voy a pedir a los marineros que me aten al palo mayor para no sucumbir a los cantos de sirena de la cruda realidad, que es apoética. Debe de ser eso: debe de ser que me falta poesía. Recéteme algo, doctor.

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