Todas las cartas de amor son ridículas y la explicación más simple es que lo que relucía inspirado y excelso bajo los efectos del enamoramiento al cabo del tiempo aparece afectado y risible.
Todas las cartas de amor son ridículas, tan ridículas como ridículos somos nosotros mismos. Decía Lubitsch que el más digno de los seres humanos resulta ridículo por lo menos dos veces al día. Esto es completamente cierto salvando que en el fondo nada es ridículo.
Todas las cartas de amor son ridículas o sublimes o ambas cosas a la vez porque la frontera entre lo sublime y lo ridículo es una difusa tierra de nadie.
Todas las cartas de amor son ridículas para los que nunca han enviado ni recibido ninguna y que en su fuero interno se mueren de envidia a los afortunados que las escriben febriles o las leen soñadores.
Todas las cartas de amor son ridículas cuando son falsas, no así las verdaderas porque lo esencial de las auténticas cartas de amor son las emociones y la vida es emoción o no es nada.
Todas las cartas de amor son ridículas escribió Caeiro en un momento de desánimo o tal vez lo hizo para llamar la atención; no creo que lo pensara de verdad. Ridículas o no las cartas de amor tienen su función, sus efectos benéficos; por ejemplo esto que escribió el también poeta Joan Margarit:
No tires las cartas de amor
ellas no te abandonarán.
Te cansarán los libros,
incluso perderás la poesía,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario