lunes, 8 de mayo de 2023

Secuestro

    Me han secuestrado el reloj y estoy esperando la llamada para acordar el rescate. Lo llevé a la joyería donde me cambiaron la pila la última vez. Se había estropeado el cierre de la correa, que es de esas metálicas que la ajustas a la muñeca y por presión un sencillo mecanismo, que debe de llevar un muelle, hace clic y queda cerrado. Para abrirlo hay que presionar en ambos lados. No sé si me explico.
    Pensaba que sería cosa de un momento, el relojero hurgaría con un pequeño destornillador y voilá, cierre arreglado. Pero no, aludió al presunto muelle, me dijo que intentaría repararlo y que si no pediría la pieza de repuesto; que esperaba que estuviera para el viernes. Eso fue el martes de la semana pasada y sin noticias, es un secuestro.
    Creía que hoy en día el reloj en la muñeca no era del todo necesario, ahora tengo mis dudas. Está el móvil que te dice la hora, sí, pero el reloj sigue teniendo la ventaja de la inmediatez; es lo más rápido, mucho más que tener que sacar el móvil del bolsillo. Para un pistolero del tiempo no hay nada como el reloj de pulsera. Dada la señal, en un doble gesto simultáneo levantas el brazo izquierdo a media altura y con la mano derecha desplazas hacia atrás la manga de la camisa dejando la esfera del reloj al descubierto. Décimas de segundo, pillas al otro con la mano aún metida en el bolsillo, está muerto.
    Otra cuestión es la necesidad, o no, de saber qué hora es. En mi caso, soy adicto. Puede que no sepa otras muchas cosas, el sentido de la vida para empezar, pero al menos sé exactamente en qué momento del día me encuentro. La hora es un ancla que te une a la existencia, un asidero, una referencia. Cada hito del día aparece nítido en el horizonte a su hora correspondiente. Miércoles, a las tres de la tarde taller de literatura, por poner un ejemplo.

No hay comentarios: