domingo, 4 de junio de 2023

I. A.

    Por lo que sea se ha levantado la liebre de la inteligencia artificial. Son tendencias, me parece. Uno empieza hablando con el teléfono móvil o con el asistente virtual tipo Siri y luego pasa lo que pasa. Hablo por hablar, ni idea de lo que pasa. Por cierto, me pregunto como se tomaría Siri Hustvedt que le pusieran su nombre al asistente (o a la asistenta, no sé). De eso hace ya doce años. Hace mucho más tuvimos a Hal el ordenador de 2001, hace menos la película de Spielberg y antes de todas las pelis la inteligencia artificial había sido un tema recurrente en la ciencia ficción clásica (luego más sobre esto).
    Por mi parte ante este o cualquier otro tema me hago siempre la misma pregunta: ¿qué tengo que decir al respecto? y siempre me contesto a mí mismo con la misma respuesta: Nada, no tengo nada que decir. Pero luego digo algo, por no callar, por pasar el rato.
    La inteligencia artificial no creo que exista, aún. De hecho no creo que vaya a existir nunca. Claro que depende de lo que entendamos por inteligencia. Además lo primero que haría una auténtica inteligencia artificial sería deprimirse al tomar conciencia de su artificialidad congénita e incurable. No descarto que se autocortocircuitara. Otra cosa es que echando mano de una mínima parte del conocimiento que ha ido acumulando la humanidad sea posible simular un interlocutor que nos mantenga entretenidos y nos haga quedar como unos idiotas.
    El peligro de la presunta inteligencia artificial no procede de los ordenadores mismos sino de las (también presuntas) inteligencias humanas que estén detrás (con perdón de la obviedad). Vuelvo ahora a la ciencia ficción de toda la vida porque el difunto Isaac Asimov ya apuntó la solución a todo esto allá por 1942 al redactar sus tres leyes de la robótica. La primera es esta: Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño. Y quien dice robot dice sistema informático, ordenador cuántico o lo que sea pertinente. Las otras dos leyes de Asimov atan cabos redundando en lo mismo. Ya están tardando en aplicarlas.

No hay comentarios: