domingo, 10 de diciembre de 2023

Dani

    Madre e hijo entran en la cafetería. El chico, de veintitantos años, lleva en la mano una vara con una flor en la punta. Este hecho, un tanto chocante, y el tono alto en el que habla le delatan: algo falla.
    La encargada les saluda afectuosa y les indica las mesas que ha juntado. La madre explica que se trata de una pequeña despedida familiar para Dani, que en pocos días irá al centro tal y tal.
    —No es un centro, —interviene Dani— es una residencia.
    —¿Y dónde está? —pregunta la del bar.
    Él se está quitando el abrigo, la madre le apremia
    —Te está preguntando, respóndele.
    El chico se para, duda y por fin contesta
    —En Pa-Palencia.
    —Ah, en Valencia.
    —No, en Palencia con pe.
    La hostelera comenta que conoce la institución, que es famosa y que tienen centros en bastantes sitios.
    —No es un centro, es una residencia —repite el chico.
    —Centro, residencia, es lo mismo —le dicen.
    —No, es una residencia —y explica —hay piscina y caballos.
    La palabra centro se vuelve a deslizar en la conversación pero por suerte Dani ya se ha puesto sus auriculares..
    Llegan dos de los convidados, tía y primo, parecen; saludan y abrazan al chico
    —Cariño, Dani, campeón.
    Hay momentos en los que nadie diría que le pase nada, como cuando dice
    —El martes tengo otra celebración.
    O señalando en una foto
    —Luis es el que tiene el báculo —báculo, qué te parece.
    Llegan más familiares, Dani se ha encogido sobre el móvil como abrumado por el barullo. Tras unos segundos de tregua, la madre le reconviene
    —Dani, no ves que están los tíos.
    Hay más saludos y abrazos
    —Corazón, Dani, cielo.
    La conversación se generaliza; el chico está mirando videos y quiere que los vea su tío, que está al lado. Repite varias veces la misma frase. La madre le apacigua
    —Tranquilo, Dani.
    Una camarera le pregunta
    —¿Tú qué quieres Dani?
    —Un ColaCao… —contesta este.
    —Y tortilla de patatas —completa su madre, y seguido rectifica —¿Quieres tortilla de patatas Dani?
    El chico lo confirma y vuelve al móvil. El nivel de las voces va subiendo, no le dejan oír, y agitado exclama
    —Silencio, silencio.
    —Tranquilo Dani —dice la madre.
    Aparece una prima más joven que él. Saluda expansiva y cuenta algo de un grupo de teatro y de un partido de baloncesto. El contraste es doloroso.
    —Dani, ya vale de móvil; ahora un rato de tertulia.
    Dani obedece, pero solo habla de lo suyo. A ratos se acelera y la voz le sale más aguda. La madre no puede evitar un toque de exasperación al hablarle. Se comprende; es su madre, lleva veintitantos años cuidando, ayudando, queriendo y desesperándose con Dani.

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