miércoles, 13 de diciembre de 2023

Nimia pincelada

    La existencia está jalonada de casualidades; este es uno de esos azares que se podría considerar, en principio, una nimia pincelada en el cuadro final de la vida. Silvia lleva siete años usando esa maleta en exclusiva. Una maleta normal y corriente con sus rueditas y su mango extensible. Antes, era una más de la media docena, de distintas características, que se guardaban en el camarote. La familia las iba utilizando, indistintamente, según las necesidades.
    Siete años, no es un número al azar, ni el número de la buena suerte como dicen; no en este caso, o igual sí, quién sabe. Hace siete años, se cumplen en enero, murió su hermana Nora, a los 25 años, de cáncer. Silvia lleva ahora, como homenaje, un pequeño tatuaje que representa un cisne en la espalda, entre los omóplatos.
    Silvia ha llegado de viaje y al deshacer la maleta ha descubierto un compartimento que, hasta ahora, le había pasado inadvertido. Dentro hay un libro: un ajado ejemplar de El segundo sexo, la obra más conocida de Simone de Beauvoir. Tiene la etiqueta de la biblioteca del barrio. En la primera página conserva la tarjeta en la que figuran las fechas de los sucesivos préstamos. La última es el 17 de noviembre de 2016.
    Sin duda fue Nora la que sacó el libro de la biblioteca y lo llevó en su último viaje para leerlo en el avión o donde fuera. Nunca llegó a devolverlo, quedó olvidado en ese discreto compartimento. Está subrayado con profusión y tiene doblada la esquina superior de la página 60. Es posible que fuera esa la página en la que dejó su lectura.
    Ahora, siete años después, de esta manera tan banal como inesperada Nora se asoma una vez más al presente y hace que Silvia se sienta orgullosa de su hermana. Dos meses antes de morir, consumida por el cáncer, Nora tuvo el interés y el coraje de ponerse a leer ese libro. No cualquier otro que hubiera servido para evadirse o pasar el rato, sino ese, El segundo sexo, un libro comprometido, uno de los textos pioneros del feminismo. Duele recordar la secuencia de los hechos pero a la vez calienta el corazón esa pequeña anécdota, esa nimia pincelada que se diría trazada por una mano maestra.

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