sábado, 13 de julio de 2024

A hombros de gigantes

    Un recién nombrado responsable de investigación en una universidad recordaba la frase de Newton, esa de si veo tan lejos es porque estoy encaramado sobre los hombros de gigantes, algo así, donde el sabio inglés reconocía el mérito de los que le habían allanado el camino con sus investigaciones anteriores a las suyas propias de él mismo en persona (es broma, son broma estas reiteraciones).
    Especificaba el mencionador o mencionante (ambas formas son incorrectas) que en realidad la frase la había dicho antes un monje. Ahí quedaba la cosa, pobre monje. Una breve búsqueda me aclara que el monje que dejó escrita la frase fue Juan de Salisbury en el siglo XII. Lo escribió en latín: nos esse quasi nanos, gigantium humeris incidentes, somos enanos aupados sobre los hombros de gigantes. Pero aquel monje apuntaba además que el autor original era otro, Bernardo de Chartres, que en ese nosotros (los enanos) se refería a los estudiosos de su época, siglo XI, y los gigantes eran los sabios de la antigüedad clásica.
    Newton, siglo XVII, utiliza la idea en una carta a Robert Hooke, en la que pasa del nosotros al yo y obvia la supuesta condición de enano. Newton alude a un área concreta del conocimiento donde los gigantes serían Kepler, Copérnico, Galileo o el mismo Hooke.
    Resumiendo, la referencia más antigua que se conoce de la frase de marras es lo que escribió Juan de Salisbury: Decía Bernardo de Chartres... (Dicebat Bernardus Carnotensis…). Aclarado todo esto, hay que reconocer que el citador del comienzo de esta entrada hacía bien en limitarse, para no liarla más, a apuntar que ya había expresado la idea, “un monje más antiguo”. Aunque más sencillo hubiera sido decir algo así: Trabajaremos con humildad partiendo del inestimable legado que hemos recibido, que es la misma idea sin enanos ni gigantes.

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