lunes, 1 de julio de 2024

Menos grave

    El otro día se me rompió la pantalla del móvil. Me sale así la frase, se diría que esa pantalla es algo íntimo, personal. Podría haber escrito "se rompió la pantalla del móvil" que queda más neutro pero deja en el aire la duda, ¿el móvil?, ¿qué móvil? Se nos rompió el amor, decía la canción, que al menos incluía a otra persona. Se me rompió la pantalla del móvil y me quedé aislado, fuera de la nube, a la intemperie, como un estilita en su columna en medio del desierto.
    Cierto que me preocupé, el móvil se ha convertido en un cordón umbilical que te conecta con los demás (los demás que no están a tu lado). No padezco una adicción grave al móvil. He dicho grave; admitiría el término menos grave, pensando en las veces en las que echo mano al aparato a lo largo del día, que son muchas, demasiadas.
    Menos mal que el mismo aparato me ha ayudado a que la cosa no fuese a más. Me explico. Hace un tiempo accedía con el móvil a dos redes sociales (dos de las más habituales, las conoces, tienes cuenta). No soy lo que se dice “activo” en ellas; más bien me limito a seguir a otros, ver sus fotos, dónde van de vacaciones, esas cosas. Un día una de las redes me preguntó si era mayor de 13 años y sin querer le dí al no. Desde entonces la aplicación me niega el acceso, no ha habido forma de convencerla.
    En consecuencia decidí rendirme y limitarme a acceder a esa red más esporádicamente desde el ordenador. Con la otra me pasó parecido, me pedía la contraseña, no me acordaba, y si me acordaba no la reconocía, una pesadilla. Al final decidí hacer lo mismo. Así he eliminado esa tentación compulsiva de mirar si alguien ha colgado una foto a algo.
    Adicción, sí, seamos sinceros, pero menos grave: miro el correo, los mensajes y consulto cosas como dónde está Nantucket, qué edad tiene fulanito o a qué hora abre la tienda de móviles.

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