martes, 6 de agosto de 2024

Ká-ma-la-já

    El já es por Harris, pero por atavismo fonético lo escribo con jota. Ká-ma-la-já —pronúnciese con ese doble acento— suena a palabra mágica, a conjuro previo a un acto de prestidigitación. Me gusta, me encanta Ká-ma-la-já. Risueña es la palabra para ella, para Kámala; y ya teníamos ganas, me parece, de ver a alguien tan importante con esa sonrisa de dientes resplandecientes; bendito sea su odontólogo (ese millonario, sea quien sea).
    Risueña Ká-ma-la-já, la candidata que nos ha devuelto la esperanza que teníamos perdida con el octogenario desorientado. Buen tipo pero lento, de anquilosado aparato locomotor; confuso cuando menos convenía. Digo nos ha devuelto porque el ruido del elefante no nos deja dormir al resto de habitantes de la selva. Todo esto lo escribo, lo sé, en un rapto de euforia del que sin duda acabaré arrepintiéndome.
    Ká-ma-la-já, así la llamo desde que me alegra los informativos. Los veo esperando que aparezca; vibrante, alegre, vivaracha. Juvenil por contraste, aunque se asome a los sesenta.
    Cuando el peor de los futuros parecía cernirse sobre nosotros, Ká-ma-la-já ha salido de entre las bambalinas, donde estaba esperando prudentemente, y nos ha deslumbrado con su risa y su verbo incisivo. Ha sido fiscal, así que tiene experiencia en un escenario; es una mujer con recursos dialécticos para callarle la boca al gran histrión egoísta y mentiroso. Ká-ma-la-já, te lo pido en nombre de la buena gente, haz un truco de magia y mándalo al rincón a reflexionar.

No hay comentarios: