miércoles, 21 de agosto de 2024

Ridere

    La risa es una forma de expresión corporal, la curiosa reacción del organismo a ciertos estímulos exteriores. Para saber más habría que preguntar a un antropólogo. No sé si sería la vez que más me reí (o, mejor dicho, la vez que lo hice con más intensidad), fue viendo un episodio de una serie de humor americana (de los USA) en blanco y negro y con risas enlatadas.
    Tendría yo once o doce años y la veía tumbado delante del televisor, apoyando los codos sobre la alfombra, con las manos sujetándome el mentón. La serie se titulaba en español “Dos tontos en apuros” y los protagonistas eran un matrimonio que regentaba una cafetería y el mejor amigo del marido que trabajaba con ellos. Básicamente lo que hacían era el tonto, claro, con una marcada tendencia a tropezarse y romper o tirar cosas. Aquel día sus tonterías hicieron que me revolcara de risa, literalmente, sobre la alfombra de la sala.
    Un día sin reír es un día perdido. ¿Quién lo dijo? Según Google, Charlie Chaplin. Mucho antes dejó escrito algo parecido Nicolás Chamfort: el más desperdiciado de todos días es aquel durante el cual uno no ha reído; pero bueno, apuesto a que hasta Sócrates, si no lo dijo, también lo pensaría alguna vez.
    Reírse a carcajadas no deja de ser una exageración contagiosa. Más natural me parece la risa corta, esa pequeña explosión festiva, apenas una especie de bufido que consiste en expulsar aire por la nariz en tres o cuatro pequeños golpes de intensidad descendente mientras sonreímos estilo Joker y entrecerramos los ojos.
    Pero para la vida cotidiana lo indicado y recomendable es la sonrisa, la variedad suave y silenciosa de la risa. La sonrisa hace felices al que sonríe y al sonreído. No reír nunca, es un síntoma preocupante, desde luego, y también es un recurso literario recurrente que he observado en más de una narración; el personaje que no sabía reír, da mucho juego.

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