viernes, 9 de agosto de 2024

Remisos

    Cada uno se entretiene como puede y una forma común de hacerlo es dejarse fascinar por las palabras. Incluso sin fascinación alguna, el uso del idioma nos sirve para sobrellevar el peso de la existencia. Y si la existencia no te pesa nada, mejor que mejor; aunque raro me parece.
    Escribe Eduardo Halfon: ...se acercó a nuestra mesa con el andar de alguien que no quiere llegar a su destino,… Esta frase no se le ocurre a cualquiera y qué bien se entiende: se trata de un camarero remiso, que no tiene ninguna gana de atender una mesa.
    Por algún mecanismo neuronal que desconozco he pensado en otras posibles situaciones en las que la gente anda de ese modo, que no se cual es exactamente pero que al verlo uno se da cuenta de que es eso lo que pasa, que esa persona está diciendo con su lenguaje corporal que no quiere llegar a su destino, sea este el que fuere: su puesto de trabajo, la estación de autobuses o —en casos extremos— su propia boda.
    ¿Te imaginas?, más de uno y más de dos habrán caminado así el día en que se se dirigieron al lugar de la cita. Eso he pensado, aunque de inmediato se me ha empañado la idea porque lo habitual es que los contrayentes no vayan andando sino en coche. Pero se puede adaptar: la novia miraba por la ventanilla del auto con el semblante de quien no quiere llegar a su destino. Y no me preguntes cómo era ese semblante, eso te lo tienes que imaginar tú.

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