Esta preocupación tan humana por el paso del tiempo (véase entrada anterior) viene de antiguo. Puede que a Irving se le ocurriera por su cuenta lo del sueño de veinte años, pero la idea no es original: me entero ahora, por casualidad, de algo que cuenta Diógenes Laercio (en adelante DL) de Epiménides, un filósofo que vivió en Creta en el siglo VI antes de Cristo.
Hay que tener en cuenta que DL escribió su “Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres” en el siglo III, unos novecientos años después de “suceder” los hechos. Que son estos: siendo un muchacho, un día, su padre mandó a Epímenes a buscar una oveja perdida. Dando vueltas por el monte se le hizo de noche y se refugió en una cueva, donde se quedó dormido. Cuando despertó… habían pasado 57 años.
No sé por qué 57, podían haber sido 50, por redondear. Me acuerdo de un compañero de trabajo que, para cobrar las dietas. siempre pasaba en números no redondos los kilómetros, alegando que así eran más verosímiles; igual DL pensó lo mismo.
Tras esos 57 años de sueño reparador, Epiménides volvió a su casa y se encontró con que no conocía a nadie; hasta que apareció un hermano suyo que ahora era un anciano. Cuenta DL que la noticia se extendió por toda Creta y Epiménides fue considerado “favorito de los dioses”. No me extraña lo más mínimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario