En cuanto a amistades peligrosas y días de vino y rosas, poca cosa. Alcohol, algo he tomado, pero sin más consecuencias que el fenómeno de la cama que se mueve sola. Porros, un par de caladas, cero efecto. Drogas más duras, niente di niente; por suerte, supongo. Sospecho que si me hubiera encontrado en la situación (in)adecuada habría caído como casi todo el mundo.
Esto me recuerda lo mucho que admiro al que en una celebración, sin probar una gota de alcohol es el que más se ríe. Drogarse, de una u otra manera, con o sin prescripción médica, es algo que se ha hecho siempre y que demuestra lo mucho que le falta al ser humano para madurar (si es que llega a hacerlo algún día). Las drogas son una huída, claro. Una huída de la vida en blanco y negro hacia el color de las sensaciones adulteradas.
Se me ocurre una solución: desarrollar una droga que no tuviese efectos secundarios y que eliminara la necesidad que tenemos de ser queridos. No estoy hablando de eliminar los sentimientos; vosotros quered mucho, y si os quieren mejor que mejor; pero si no os quieren que al menos haya un remedio para que no duela tanto.
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