viernes, 14 de noviembre de 2008

Casa desolada

Toqué el timbre y no sonó. No quería sorprender a un posible okupa. Golpeé con los nudillos en la madera, tac tac tatac, y me concentré en escuchar cualquier reacción que pudiera suceder al otro lado de la puerta. No hubo ninguna. Bueno hubo una, pero fue a mis espaldas; en el piso de enfrente alguien se movía tras la puerta. Abrí con la llave que me había dejado la agencia. Dentro reinaba la penumbra. Antes de cerrar la puerta accioné casi a tientas el interruptor general de la luz y después encendí la lámpara del recibidor. Había pocos muebles y un aire gélido y triste me hizo rebullirme en mi abrigo. Entré en el salón y me apresuré a levantar las persianas. Fui encendiendo luces y abriendo persianas por el resto de habitaciones hasta que la claridad disipó mis temores (puede que atávicos). Al darme las llaves la chica me había dicho, con una sonrisa, que el piso tenía grandes posibilidades. Pero yo tengo poca imaginación, estuve a punto de contestarle. Recorrí lentamente toda la casa, fijándome en espacios, colores, orientaciones; esperando que me dijeran algo. En la cocina una nevera entreabierta se había puesto a ronronear. En la pared había un calendario del año anterior con un paisaje de montaña. Pudiera ser que sí, pudiera ser que todo fuese posible aún.

No hay comentarios: