viernes, 28 de enero de 2022

Busca las diferencias

    El mundo se divide en dos tipos de personas, los que juegan al golf y los que no. Dirá alguien que ahora cualquiera puede jugar al golf. Para nada, me temo, no hay green suficiente. Si seguimos haciendo subdivisiones no tardaremos mucho en llegar a la conclusión de que cada uno de nosotros es único, o esa ilusión nos hacemos. Somos únicos, de acuerdo; pero las diferencias con el vecino son muy sutiles. Por ejemplo, uno se pasa la vida sabiendo que el cielo está ahí arriba pero sin mirarlo apenas, sin prestar atención a las nubes que pasan, a la luz que cambia. Y un día mira de reojo y se queda enganchado a esa visión que ahora le parece sublime. Uno, decía, y ese uno era yo, que soy el uno que tengo más cerca.
    John Updike cuenta que cuando era él de, digamos, mediana edad iba a jugar al golf con dos amigos mayores y uno de ellos solía repetír algo así como, qué maravilla de día, que afortunados somos de estar aquí disfrutándolo. Y Updike se da cuenta, no sé si en el momento o más tarde al recordarlo siendo ya él mismo mayor, de que ese reconocimiento de la belleza a cierta edad es una reacción común en la especie: cuando los años pasan lo vemos todo con ojos nuevos, muy posiblemente porque está más cerca el día en que la función llegará a su final. Así que escribo que uno se queda de pronto enganchado a la belleza y la realidad es que nos pasa a casi todos, y somos únicos pero a la hora de distinguirnos entre nosotros hay que fijarse mucho para encontrar las siete diferencias.

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