jueves, 28 de julio de 2022

De película

    Me gusta la escritura que es como una carga del Séptimo de Caballería. Hay una escena en “Murieron con las botas puestas” (qué título, me fascinó durante toda mi infancia) en la que Errol Flynn dirige hasta tres cargas sucesivas, que no son contra los indios sino contra “caballeros del sur” en la Guerra de Secesión. El regimiento forma en línea en lo alto de una colina. Flynn, Custer en la película, cabalga hasta su puesto y da la orden, ¡regimiento!, ¡al paso!, los caballos avanzan, ¡al trote!, la línea oscila en movimiento, ¡al galope!, retumban los cascos, ¡a la carga!, la cámara muestra a Errol en primer plano, blandiendo la espada mientras a un lado cabalga el soldado con la bandera y al otro el corneta que no deja de tocar, tararí tarí tarí tarí.
    Lo raro de esta escena es que el director de la película no fue John Ford sino Raoul Walsh en una de las nueve sinfonías que dirigió, según la expresión de José Luis Garci. Lo digo porque no hay película de John Ford sin patrullas a caballo por el desierto y emocionantes cabalgadas. Incluso en “7 mujeres”, que transcurre en una misión cristiana en China, los créditos del principio van sobre planos de bandidos chinos al galope. En esa misma película hay un gran momento que no me resisto a contar. Anne Bancroft encarna a una doctora Cartwright que llega a la misión. Ante las reticencias que provoca el hecho de que el esperado doctor no sea varón y mientras ella se aleja dando la espalda a la cámara alguien dice: “la doctora Cartwright puede ejercer la medicina tan bien como cualquier hombre”; entonces ella vuelve la cabeza y remata, “o mejor”.

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