viernes, 1 de julio de 2022

Historia de D.

    Cuando D. entró en la empresa se me hizo vagamente conocido. Me dijo que había trabajado de técnico de video y televisión. Miré en el cajón de los recibos y encontré uno con su nombre y su firma. Hacía unos diez años había estado en nuestra casa para reparar el televisor Zenith que teníamos entonces.
    En el trabajo D. era un compañero vital, siempre dispuesto, parlanchín. Una vez volvíamos a casa compartiendo coche, el mío, en medio de un aguacero. Era de noche, no veía casi nada. Nos cruzamos con un coche patrulla que dio la vuelta y nos paró. Se me había olvidado que llevaba las luces largas y me pusieron la multa correspondiente. D. no quedó conforme y salió del coche para intentar convencer a los agentes de las circunstancias exculpatorias o al menos atenuantes. No tuvo éxito y tuve que pagar la multa. El apellido del policía que la firmaba era Cancela. Me pareció peculiar y pensaba en él como “el oficial Cancela” porque me acordaba del oficial Matute de los dibujos de Don Gato.
    Tiempo después D. enfermó de leucemia. Durante cinco años padeció la enfermedad y peleó con la administración para que la sanidad pública le subvencionara el mejor tratamiento posible. Consiguió el traslado correspondiente para un trasplante de médula en un buen hospital. La evolución en cuanto a la leucemia fue buena pero, según me enteré después, contrajo una infección con alguna de esas bacterias de quirófano y acabó muriendo. Su recuerdo sigue conmigo.

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