Esto ha pasado. Conocía a C. desde el colegio. Había cuatro o cinco clases por curso y nos iban rotando. Unos años coincidía con C. y otros, no. Nunca fuimos amigos, ni enemigos. Al empezar la universidad, estaba yo mirando los horarios de las clases en el tablón de anuncios, cuando se acercó C. y me dijo que estábamos en el mismo grupo. El azar lo quiso así, había diez grupos de primero de ingeniería. Nos hicimos amigos, teníamos unas cuantas cosas en común.
Con el tiempo nos fuimos distanciando, como es natural, pero de vez en cuando quedábamos. Eso sí, tengo que decirlo, siempre le llamaba yo. Hasta que por una circunstancia familiar dejé pasar un tiempo sin hacerlo. Él tampoco me llamó, no se lo reprocho.
Pasaron algunos años, siempre pensando que podía llamarle, como si tal cosa, sin decidirme nunca a hacerlo. Solo una vez me lo encontré por casualidad un día de partido y hablamos un rato cordialmente. Pero no dijo nada de volver a vernos. Eso fue ya hace tiempo. La cosa ha seguido así, como algo pendiente por mi parte, hasta que de improviso me he topado con su esquela en el periódico.
En una ocasión, hace tanto tiempo, me dijo que tenía la corazonada de que iba a morir joven. No ha sido así, aunque no ha dejado de ser antes de tiempo. He pensado en acudir al funeral y preguntar de qué ha muerto, pero al final no he ido. Al fin y al cabo sus padres ya no están, nadie me iba a echar de menos y la pregunta tiene bastante de ridícula. Lo que me interesa de verdad es qué pensaba de nuestra (pasada) amistad y eso ya no me lo puede decir. Aunque supongo que, de haber vuelto a vernos, tampoco hubiera llegado nunca a preguntárselo.
sábado, 16 de agosto de 2025
miércoles, 13 de agosto de 2025
Antecedente
Esta preocupación tan humana por el paso del tiempo (véase entrada anterior) viene de antiguo. Puede que a Irving se le ocurriera por su cuenta lo del sueño de veinte años, pero la idea no es original: me entero ahora, por casualidad, de algo que cuenta Diógenes Laercio (en adelante DL) de Epiménides, un filósofo que vivió en Creta en el siglo VI antes de Cristo.
Hay que tener en cuenta que DL escribió su “Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres” en el siglo III, unos novecientos años después de “suceder” los hechos. Que son estos: siendo un muchacho, un día, su padre mandó a Epímenes a buscar una oveja perdida. Dando vueltas por el monte se le hizo de noche y se refugió en una cueva, donde se quedó dormido. Cuando despertó… habían pasado 57 años.
No sé por qué 57, podían haber sido 50, por redondear. Me acuerdo de un compañero de trabajo que, para cobrar las dietas. siempre pasaba en números no redondos los kilómetros, alegando que así eran más verosímiles; igual DL pensó lo mismo.
Tras esos 57 años de sueño reparador, Epiménides volvió a su casa y se encontró con que no conocía a nadie; hasta que apareció un hermano suyo que ahora era un anciano. Cuenta DL que la noticia se extendió por toda Creta y Epiménides fue considerado “favorito de los dioses”. No me extraña lo más mínimo.
Hay que tener en cuenta que DL escribió su “Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres” en el siglo III, unos novecientos años después de “suceder” los hechos. Que son estos: siendo un muchacho, un día, su padre mandó a Epímenes a buscar una oveja perdida. Dando vueltas por el monte se le hizo de noche y se refugió en una cueva, donde se quedó dormido. Cuando despertó… habían pasado 57 años.
No sé por qué 57, podían haber sido 50, por redondear. Me acuerdo de un compañero de trabajo que, para cobrar las dietas. siempre pasaba en números no redondos los kilómetros, alegando que así eran más verosímiles; igual DL pensó lo mismo.
Tras esos 57 años de sueño reparador, Epiménides volvió a su casa y se encontró con que no conocía a nadie; hasta que apareció un hermano suyo que ahora era un anciano. Cuenta DL que la noticia se extendió por toda Creta y Epiménides fue considerado “favorito de los dioses”. No me extraña lo más mínimo.
domingo, 10 de agosto de 2025
Veinte años
Aparte de todo lo demás, la vida es un combate de lucha libre contra el tiempo. No dejamos de intentar atraparlo pero la verdad es que nos tiene bien cogidos. A la hora de planear nuestra estrategia, veinte años parece un plazo apropiado para cálculos y comparaciones.
En el tango “Volver” Carlos Gardel aseguraba que veinte años no es nada, pero sospecho que lo hacía para animarse. Más realista era Gil de Biedma cuando decía aquella frase que tanto me gusta: Ahora, que de casi todo hace veinte años. Se adivina en ella cierta nostalgia melancólica; claro que a estas alturas lo que hace de casi todo, en mi caso, son cuarenta años.Volviendo a los veinte, hay un cuento al que le tengo especial cariño porque aparecía en un libro para niños que teníamos en casa. Lo publicó Washington Irving en 1819. Es la historia de Rip Van Winkle —qué buen nombre— que se emborracha y se queda dormido en algún rincón de las montañas Catskill y cuando, al despertar, regresa a casa resulta que han pasado veinte años…
No mucho después, Nathanael Hawthorne escribió otro inquietante cuento en el que el protagonista, un tal Wakefield, sale un día del hogar familiar y no vuelve hasta, casualidad, veinte años más tarde; solo que en realidad no se ha ido lejos, ha pasado todo ese tiempo en un apartamento en frente de la casa donde sigue viviendo su mujer.
En fin, veinte años.
jueves, 7 de agosto de 2025
Y habita entre nosotros
En terminología médica se habla de “la rotura de la bolsa amniótica” pero la forma coloquial es “romper aguas”. Suena bien, tiene fuerza, y cuando, caminando por la acera, las aguas brotan limpias y transparentes es una buena noticia. Es la semana 36 del embarazo y como el bebé está de nalgas —o sea de culo— lo oportuno es ayudarle a salir del claustro materno por medio de una cesárea. En teoría es un poco prematuro, aunque también se puede pensar que es, sencillamente, un niño precoz.
Me viene a la cabeza el versículo de la Biblia, Juan 1.14, que empieza: Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros. Siempre me preguntaba qué era exactamente eso del Verbo, que además va con mayúscula. En inglés han elegido la palabra Word, valga la redundancia translingüe. Por cierto que si en el principio fue el Verbo, es decir la Palabra, lo siguiente tuvo que ser la Literatura, que es la sublimación de la palabra.
La Biblia, cuando dice que el Verbo se hizo carne, está hablando de Jesucristo; pero ahora me parece que en realidad se refiere a todos los seres humanos; que también nos hacemos carne —nacemos— y habitamos entre los otros. La ciencia lo explica, o lo intenta; pero, con todos mis respetos, lo lógico, a bote pronto, es pensar que la procreación —que es la forma de creación que tenemos a nuestro alcance— es un auténtico milagro cotidiano.
Me viene a la cabeza el versículo de la Biblia, Juan 1.14, que empieza: Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros. Siempre me preguntaba qué era exactamente eso del Verbo, que además va con mayúscula. En inglés han elegido la palabra Word, valga la redundancia translingüe. Por cierto que si en el principio fue el Verbo, es decir la Palabra, lo siguiente tuvo que ser la Literatura, que es la sublimación de la palabra.
La Biblia, cuando dice que el Verbo se hizo carne, está hablando de Jesucristo; pero ahora me parece que en realidad se refiere a todos los seres humanos; que también nos hacemos carne —nacemos— y habitamos entre los otros. La ciencia lo explica, o lo intenta; pero, con todos mis respetos, lo lógico, a bote pronto, es pensar que la procreación —que es la forma de creación que tenemos a nuestro alcance— es un auténtico milagro cotidiano.
lunes, 4 de agosto de 2025
Retorno a Moyano
Después de muchos años vuelvo a la cuesta de Moyano. Los puestos de libros siempre han ejercido un poder hipnótico sobre mí, incluso en estos tiempos en que es fácil conseguir casi cualquier libro con una simple búsqueda en internet. Eso en papel, están además los libros electrónicos, que no tendrán tanto glamur pero son muy prácticos.
Así que aprovechando que estaba en Madrid me he acercado a esa calle Moyano que está junto al Jardín Botánico (a ver si voy otro día). Me ha parecido que la cuesta era más empinada que antes, pero está claro que el que ha cambiado he sido yo, no la cuesta.
Serían las diez y media de la mañana, la temperatura era muy agradable y apenas media docena de puestos estaban ya abiertos. Mejor así, para no agobiarse. Los encargados se afanaban en colocar sus libros en los expositores que cada día montan y desmontan abnegados.
No soy un experto, ni en eso ni en nada, pero me ha sorprendido la calidad (literaria), en general, de los libros a la venta. No tenía idea de comprar, la verdad, pero al final me ha atraído uno, pequeñito, nuevo; una traducción reciente del latín de Lucio Anneo Séneca titulada Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad, que en origen son tres opúsculos independientes. No me digas que no tiene buena pinta..
Le he enseñado el ejemplar al vendedor y este, en vez de mirar el precio me lo ha preguntado a mí. Me ha gustado el detalle, aunque igual lo que ha pasado es que ha visto que tenía ya el dinero preparado en la mano (doce euros). El libro me cabía en el bolsillo del pantalón, también lo he comprado por eso.
Así que aprovechando que estaba en Madrid me he acercado a esa calle Moyano que está junto al Jardín Botánico (a ver si voy otro día). Me ha parecido que la cuesta era más empinada que antes, pero está claro que el que ha cambiado he sido yo, no la cuesta.
Serían las diez y media de la mañana, la temperatura era muy agradable y apenas media docena de puestos estaban ya abiertos. Mejor así, para no agobiarse. Los encargados se afanaban en colocar sus libros en los expositores que cada día montan y desmontan abnegados.
No soy un experto, ni en eso ni en nada, pero me ha sorprendido la calidad (literaria), en general, de los libros a la venta. No tenía idea de comprar, la verdad, pero al final me ha atraído uno, pequeñito, nuevo; una traducción reciente del latín de Lucio Anneo Séneca titulada Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad, que en origen son tres opúsculos independientes. No me digas que no tiene buena pinta..
Le he enseñado el ejemplar al vendedor y este, en vez de mirar el precio me lo ha preguntado a mí. Me ha gustado el detalle, aunque igual lo que ha pasado es que ha visto que tenía ya el dinero preparado en la mano (doce euros). El libro me cabía en el bolsillo del pantalón, también lo he comprado por eso.
viernes, 1 de agosto de 2025
Incidente fronterizo
A veces pasa que estás en el país de la prosa, paseando tranquilamente, y de pronto te para una pareja de guardias; les saludas con amabilidad, te responden en el mismo tono; te piden que les dejes ver el libro que estás leyendo, por favor; preguntas si has hecho algo malo y te dicen que no, que es una simple comprobación: después te informan de que, obviamente sin haberlo planeado, sin ninguna mala intención por tu parte, eso lo comprenden y puedes estar tranquilo porque todo se reconducirá sin ningún problema, te informan de que lo que ha pasado es que, en tu paseo errático, caminando por lo que tú seguías considerando prosa, no estabas del todo seguro si buena o mala, aunque ahora que te fijas sí que te estaba pareciendo una prosa un poco rara, en tu caminar sin rumbo, habías cruzado la frontera y te habías adentrado unos centenares de metros en el país de la poesía, y que eso desde luego no es delito, siendo la prosa y la poesía países amigos, de distinto temperamento e inclinaciones pero amigos que se llevan razonablemente bien, más si evitan el trato demasiado cercano, que por eso hay una frontera, aunque no haya más pasos fronterizos vigilados que los justos y que es tu deber facilitar el nombre del autor de ese libro que al parecer ha cruzado la muga como los contrabandistas del estraperlo en la posguerra y se ha metido en terrenos que no le son propios, que si todos hicieran lo mismo a ver cómo íbamos a saber si una obra es prosa o poesía y que las clasificaciones están hechas para algo y las editoriales se toman su trabajo muy en serio y publican colecciones de una cosa o de la otra, poesía o prosa, y también de ensayo, autoayuda, viajes y tantos otros géneros/países de la palabra escrita, y que todavía nadie ha visto (sic) que exista ninguna colección de prosa poética ni de poesía prosaica, y que es responsabilidad de todos velar para que cada cual lea y pasee tranquilo por el género que elija y así se eviten confusiones y molestos malentendidos y que por supuesto para los irredentos infractores no les queda otro remedio, a ellos mismos guardianes de la poesía y a sus colegas de otros géneros, no les queda otro remedio que declarar el libro una obra apátrida, y condenarlo de por vida al rincón de miscelánea en librerías y bibliotecas.
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