domingo, 31 de agosto de 2025

Droga alternativa

    Nunca he tomado drogas, o casi. No es que presuma de ello; aunque, ¿por qué no iba a hacerlo? Pero la verdad es que ha sido un poco por casualidad, me parece. Por parado. Casi diría que ha sido por no haber vivido intensamente. Por fuera, digo; por dentro he sido y soy todo lo intenso que haga falta, o lo normal de intenso; pero por fuera, pues no.
    En cuanto a amistades peligrosas y días de vino y rosas, poca cosa. Alcohol, algo he tomado, pero sin más consecuencias que el fenómeno de la cama que se mueve sola. Porros, un par de caladas, cero efecto. Drogas más duras, niente di niente; por suerte, supongo. Sospecho que si me hubiera encontrado en la situación (in)adecuada habría caído como casi todo el mundo.
    Esto me recuerda lo mucho que admiro al que en una celebración, sin probar una gota de alcohol es el que más se ríe. Drogarse, de una u otra manera, con o sin prescripción médica, es algo que se ha hecho siempre y que demuestra lo mucho que le falta al ser humano para madurar (si es que llega a hacerlo algún día). Las drogas son una huída, claro. Una huída de la vida en blanco y negro hacia el color de las sensaciones adulteradas.
    Se me ocurre una solución: desarrollar una droga que no tuviese efectos secundarios y que eliminara la necesidad que tenemos de ser queridos. No estoy hablando de eliminar los sentimientos; vosotros quered mucho, y si os quieren mejor que mejor; pero si no os quieren que al menos haya un remedio para que no duela tanto.

jueves, 28 de agosto de 2025

Elogio de la gallina (y 2)

    Entre J. y yo ha habido siempre una simpatía y admiración mutua. O eso creo, y agradecido estoy por la parte que me toca. En nuestra última conversación me ha contado que vive hace una buena temporada en un caserío; a su aire, lejos de la normalidad estupefaciente de la vida moderna. Allí tiene un pequeño huerto y algunos animales, entre ellos unas gallinas.
    J. es un tipo sensible, desde luego, pero esto no me lo esperaba: se le murió una gallina y se quedó tocado. Había un vínculo entre él y la gallina, no es fácil explicarlo, o igual no se puede explicar; son los sentimientos.
    Se le murió la gallina y se sintió en la obligación de enterrarla. No sé qué se hace con las gallinas muertas; tirarlas a un contenedor, quemarlas con los rastrojos o echarlas a los cerdos para que se las coman. J. quiso honrar a la gallina y a su vida honesta de buena ponedora y la enterró en el prado, detrás de la casa.
    No me contó más, pero puedo imaginármelo echando la última paletada de tierra, apisonando bien el terreno y dirigiendo al mismo tiempo una plegaria muda a la naturaleza, a la vida, al recuerdo de la gallina. Sí, por qué no; la gallina es un ser tan vivo como cualquiera de nosotros, e igual de muerto cuando le toca. Me acuerdo ahora de una vez que una gallina le dio un picotazo en el pómulo a un chaval. Seguramente se lo merecía.

lunes, 25 de agosto de 2025

Elogio de la gallina (1)

    La gallina es un animal prodigioso. Lo primero, por esa preeminencia que tiene en su especie el género femenino; a quien le importa el gallo. El gallo, sospecho, vive acomplejado, sobreactuando para disimular, viviendo siempre con el temor de no estar a la altura. O no, yo qué sé.
    La gallina, hace tiempo que lo pienso, no es normal. Lo desconozco todo sobre ella (y más sobre el gallo) pero hay hechos que saltan a la vista. Me refiero, claro, a los huevos. ¿Cuántos huevos llega a poner una gallina en su vida? Me viene a la cabeza Stajánov, seguro que para él la gallina fue una referencia. La gallina nos deja mal a todos en cuanto a productividad, a ver quien es capaz de poner un huevo (metafórico) al día.
    El huevo es una obra maestra de ingeniería, en eso estaremos de acuerdo. La gallina quiere reproducirse y pone un huevo. Luego se da una vuelta por el gallinero y cuando vuelve el huevo ha desaparecido. La gallina no se lo piensa dos veces y se pone de inmediato a fabricar otro. Picotea acá y allá y no sé cómo se las arregla para engendrar (no se me ocurre otra palabra) otra yema, envuelta en su clara y protegida primorosamente por una cáscara de diseño aerodinámico.
    Podría seguir hablando largo y tendido 
de la gallina, de sus hipnóticos movimientos de cabeza, de sus ojillos saltones, de sus lustrosas gorduras, de su corto vuelo de ex-campeona de acrobacia aérea; pero se me acaba el espacio y tengo que contar algo sobre J. y las gallinas...

viernes, 22 de agosto de 2025

Kilimanjaro

    Andando por un camino he oído unos ruidos entre la vegetación. Podría haber sido un jabalí o un perro más o menos asilvestrado, pero luego el sonido se ha alejado y me ha parecido que era algo más grande y más pacífico; quizá un caballo. Entonces he vuelto la mirada hacia el otro lado, y allí sobre el talud, a unos tres o cuatro metros, había un gato mirándome; un gato blanco y negro, más bien pequeño, inofensivo. He pensado que estaba de suerte, si estuviera en África en lugar de con un gato me hubiera encontrado con un leopardo, lo que hubiera sido más preocupante; aunque supongo que un leopardo no ataca sin un buen motivo.
    El leopardo me ha hecho acordarme del cuento de Hemingway “Las nieves del Kilimanjaro” (y de K. que estuvo allí hace un par de años). En esa historia Hemingway hace una introducción en la que cuenta que cerca de la cima de la montaña se hallaba la carcasa helada de un leopardo y se pregunta, en plan alegórico, qué haría ese animal en aquellas alturas. El leopardo no era un invento del escritor: años antes, un pastor luterano alemán había visto, y fotografiado, uno.
    De ese cuento se hizo en 1952 una película dirigida por Henry King. Hay otra de 2011 de Robert Guédiguian, titulada en francés “Les neiges du Kilimandjaro”, pero no tiene que ver con Hemingway y aún menos con el leopardo, sino más bien con una dramática canción francesa de 1966: “Kilimandjaro” de Pascal Danel, en la que se habla de un amor perdido y del manto blanco de la nieve que ayudará a “dormir” al desconsolado amante.

martes, 19 de agosto de 2025

No seré ese

    Dice el abogado y escritor Ferdinand Von Schirach (hay nombres y nombres) que la cosa se animó cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, porque hasta entonces —cuando eran “felices” haciendo nada— no se podía decir que fueran seres humanos. Solo lo fueron cuando afrontaron la vida en el mundo natural; cuando, en palabras de Von Schirach (o de su traductor), por fin terminó ese aburrimiento infinito, ese vacío mental y ese regocijo constante.
    Me ha sorprendido leerlo porque coincide simétricamente, diríamos, con algo que justo había pensado hacía poco y que me lleva a decir que el porvenir para los creyentes es el reflejo en el espejo del tiempo de esa interpretación del Génesis que hace Von Schirach.
    Según la Iglesia, los justos pasarán la eternidad embelesados en la contemplación de la divinidad. Pensando en ello, se me había ocurrido que si, pese a mi dudoso comportamiento, voy al cielo, ese ente dichoso para siempre, y exento de humanidad, que se hará pasar por mí no seré yo, que no puedo dejar de ser un simple ser humano, con todas mis conocidas y queridas imperfecciones.

sábado, 16 de agosto de 2025

Esto ha pasado

    Esto ha pasado. Conocía a C. desde el colegio. Había cuatro o cinco clases por curso y nos iban rotando. Unos años coincidía con C. y otros, no. Nunca fuimos amigos, ni enemigos. Al empezar la universidad, estaba yo mirando los horarios de las clases en el tablón de anuncios, cuando se acercó C. y me dijo que estábamos en el mismo grupo. El azar lo quiso así, había diez grupos de primero de ingeniería. Nos hicimos amigos, teníamos unas cuantas cosas en común.
    Con el tiempo nos fuimos distanciando, como es natural, pero de vez en cuando quedábamos. Eso sí, tengo que decirlo, siempre le llamaba yo. Hasta que por una circunstancia familiar dejé pasar un tiempo sin hacerlo. Él tampoco me llamó, no se lo reprocho.
    Pasaron algunos años, siempre pensando que podía llamarle, como si tal cosa, sin decidirme nunca a hacerlo. Solo una vez me lo encontré por casualidad un día de partido y hablamos un rato cordialmente. Pero no dijo nada de volver a vernos. Eso fue ya hace tiempo. La cosa ha seguido así, como algo pendiente por mi parte, hasta que de improviso me he topado con su esquela en el periódico.
    En una ocasión, hace tanto tiempo, me dijo que tenía la corazonada de que iba a morir joven. No ha sido así, aunque no ha dejado de ser antes de tiempo. He pensado en acudir al funeral y preguntar de qué ha muerto, pero al final no he ido. Al fin y al cabo sus padres ya no están, nadie me iba a echar de menos y la pregunta tiene bastante de ridícula. Lo que me interesa de verdad es qué pensaba de nuestra (pasada) amistad y eso ya no me lo puede decir. Aunque supongo que, de haber vuelto a vernos, tampoco hubiera llegado nunca a preguntárselo.

miércoles, 13 de agosto de 2025

Antecedente

    Esta preocupación tan humana por el paso del tiempo (véase entrada anterior) viene de antiguo. Puede que a Irving se le ocurriera por su cuenta lo del sueño de veinte años, pero la idea no es original: me entero ahora, por casualidad, de algo que cuenta Diógenes Laercio (en adelante DL) de Epiménides, un filósofo que vivió en Creta en el siglo VI antes de Cristo.
    Hay que tener en cuenta que DL escribió su “Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres” en el siglo III, unos novecientos años después de “suceder” los hechos. Que son estos: siendo un muchacho, un día, su padre mandó a Epímenes a buscar una oveja perdida. Dando vueltas por el monte se le hizo de noche y se refugió en una cueva, donde se quedó dormido. Cuando despertó… habían pasado 57 años.
    No sé por qué 57, podían haber sido 50, por redondear. Me acuerdo de un compañero de trabajo que, para cobrar las dietas. siempre pasaba en números no redondos los kilómetros, alegando que así eran más verosímiles; igual DL pensó lo mismo.
    Tras esos 57 años de sueño reparador, Epiménides volvió a su casa y se encontró con que no conocía a nadie; hasta que apareció un hermano suyo que ahora era un anciano. Cuenta DL que la noticia se extendió por toda Creta y Epiménides fue considerado “favorito de los dioses”. No me extraña lo más mínimo.

domingo, 10 de agosto de 2025

Veinte años

    Aparte de todo lo demás, la vida es un combate de lucha libre contra el tiempo. No dejamos de intentar atraparlo pero la verdad es que nos tiene bien cogidos. A la hora de planear nuestra estrategia, veinte años parece un plazo apropiado para cálculos y comparaciones.
    En el tango “Volver” Carlos Gardel aseguraba que veinte años no es nada, pero sospecho que lo hacía para animarse. Más realista era Gil de Biedma cuando decía aquella frase que tanto me gusta: Ahora, que de casi todo hace veinte años. Se adivina en ella cierta nostalgia melancólica; claro que a estas alturas lo que hace de casi todo, en mi caso, son cuarenta años.
    Volviendo a los veinte, hay un cuento al que le tengo especial cariño porque aparecía en un libro para niños que teníamos en casa. Lo publicó Washington Irving en 1819. Es la historia de Rip Van Winkle —qué buen nombre— que se emborracha y se queda dormido en algún rincón de las montañas Catskill y cuando, al despertar, regresa a casa resulta que han pasado veinte años…
    No mucho después, Nathanael Hawthorne escribió otro inquietante cuento en el que el protagonista, un tal Wakefield, sale un día del hogar familiar y no vuelve hasta, casualidad, veinte años más tarde; solo que en realidad no se ha ido lejos, ha pasado todo ese tiempo en un apartamento en frente de la casa donde sigue viviendo su mujer.
    En fin, veinte años.

jueves, 7 de agosto de 2025

Y habita entre nosotros

    En terminología médica se habla de “la rotura de la bolsa amniótica” pero la forma coloquial es “romper aguas”. Suena bien, tiene fuerza, y cuando, caminando por la acera, las aguas brotan limpias y transparentes es una buena noticia. Es la semana 36 del embarazo y como el bebé está de nalgas —o sea de culo— lo oportuno es ayudarle a salir del claustro materno por medio de una cesárea. En teoría es un poco prematuro, aunque también se puede pensar que es, sencillamente, un niño precoz.
    Me viene a la cabeza el versículo de la Biblia, Juan 1.14, que empieza: Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros. Siempre me preguntaba qué era exactamente eso del Verbo, que además va con mayúscula. En inglés han elegido la palabra Word, valga la redundancia translingüe. Por cierto que si en el principio fue el Verbo, es decir la Palabra, lo siguiente tuvo que ser la Literatura, que es la sublimación de la palabra.
    La Biblia, cuando dice que el Verbo se hizo carne, está hablando de Jesucristo; pero ahora me parece que en realidad se refiere a todos los seres humanos; que también nos hacemos carne —nacemos— y habitamos entre los otros. La ciencia lo explica, o lo intenta; pero, con todos mis respetos, lo lógico, a bote pronto, es pensar que la procreación —que es la forma de creación que tenemos a nuestro alcance— es un auténtico milagro cotidiano.

lunes, 4 de agosto de 2025

Retorno a Moyano

    Después de muchos años vuelvo a la cuesta de Moyano. Los puestos de libros siempre han ejercido un poder hipnótico sobre mí, incluso en estos tiempos en que es fácil conseguir casi cualquier libro con una simple búsqueda en internet. Eso en papel, están además los libros electrónicos, que no tendrán tanto glamur pero son muy prácticos.
    Así que aprovechando que estaba en Madrid me he acercado a esa calle Moyano que está junto al Jardín Botánico (a ver si voy otro día). Me ha parecido que la cuesta era más empinada que antes, pero está claro que el que ha cambiado he sido yo, no la cuesta.
    Serían las diez y media de la mañana, la temperatura era muy agradable y apenas media docena de puestos estaban ya abiertos. Mejor así, para no agobiarse. Los encargados se afanaban en colocar sus libros en los expositores que cada día montan y desmontan abnegados.
    No soy un experto, ni en eso ni en nada, pero me ha sorprendido la calidad (literaria), en general, de los libros a la venta. No tenía idea de comprar, la verdad, pero al final me ha atraído uno, pequeñito, nuevo; una traducción reciente del latín de Lucio Anneo Séneca titulada Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad, que en origen son tres opúsculos independientes. No me digas que no tiene buena pinta..
    Le he enseñado el ejemplar al vendedor y este, en vez de mirar el precio me lo ha preguntado a mí. Me ha gustado el detalle, aunque igual lo que ha pasado es que ha visto que tenía ya el dinero preparado en la mano (doce euros). El libro me cabía en el bolsillo del pantalón, también lo he comprado por eso.

viernes, 1 de agosto de 2025

Incidente fronterizo

    A veces pasa que estás en el país de la prosa, paseando tranquilamente, y de pronto te para una pareja de guardias; les saludas con amabilidad, te responden en el mismo tono; te piden que les dejes ver el libro que estás leyendo, por favor; preguntas si has hecho algo malo y te dicen que no, que es una simple comprobación: después te informan de que, obviamente sin haberlo planeado, sin ninguna mala intención por tu parte, eso lo comprenden y puedes estar tranquilo porque todo se reconducirá sin ningún problema, te informan de que lo que ha pasado es que, en tu paseo errático, caminando por lo que tú seguías considerando prosa, no estabas del todo seguro si buena o mala, aunque ahora que te fijas sí que te estaba pareciendo una prosa un poco rara, en tu caminar sin rumbo, habías cruzado la frontera y te habías adentrado unos centenares de metros en el país de la poesía, y que eso desde luego no es delito, siendo la prosa y la poesía países amigos, de distinto temperamento e inclinaciones pero amigos que se llevan razonablemente bien, más si evitan el trato demasiado cercano, que por eso hay una frontera, aunque no haya más pasos fronterizos vigilados que los justos y que es tu deber facilitar el nombre del autor de ese libro que al parecer ha cruzado la muga como los contrabandistas del estraperlo en la posguerra y se ha metido en terrenos que no le son propios, que si todos hicieran lo mismo a ver cómo íbamos a saber si una obra es prosa o poesía y que las clasificaciones están hechas para algo y las editoriales se toman su trabajo muy en serio y publican colecciones de una cosa o de la otra, poesía o prosa, y también de ensayo, autoayuda, viajes y tantos otros géneros/países de la palabra escrita, y que todavía nadie ha visto (sic) que exista ninguna colección de prosa poética ni de poesía prosaica, y que es responsabilidad de todos velar para que cada cual lea y pasee tranquilo por el género que elija y así se eviten confusiones y molestos malentendidos y que por supuesto para los irredentos infractores no les queda otro remedio, a ellos mismos guardianes de la poesía y a sus colegas de otros géneros, no les queda otro remedio que declarar el libro una obra apátrida, y condenarlo de por vida al rincón de miscelánea en librerías y bibliotecas.