miércoles, 23 de mayo de 2007

Camposantos

Conocí a mi bisabuela Victoria. Hay una foto en la que sonríe desdentada. Para sus biznietos era la abuelita Victoria. El otro recuerdo que tengo suyo es en su entierro. Un montículo de tierra apisonada. Así lo recuerdo, alto y bien aplastado. He ido de mayor a aquel cementerio y he repasado las filas de tumbas buscando su nombre en vano. Mi memoria me llevaba a la pared de la izquierda; pero tendría yo cuatro años y mi memoria, que incluso me sugiere que apoyé mi pie en el túmulo, sin duda me traiciona. Son sitios tranquilos los cementerios. Los camposantos. Si así me coincide los visito. Recuerdo uno en Alemania cubierto de flores, y no era Todos los Santos. Y en pequeños pueblos donde rodean la iglesia. Leo las inscripciones. Me sobresalto si encuentro la puerta de un panteón abierta. ¿Necesita airearse un panteón?. Me sorprende que sean muy raras las tumbas de hace más de cien años. La supuesta morada eterna resulta ser tan efímera como la última que tuvieron en vida. Prácticamente todas las lápidas llevan fechas del siglo pasado, el veinte. ¿Dónde se han ido todos los muertos?.

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