lunes, 14 de mayo de 2007

Cosas

De la indiferencia de los objetos. No deja de ser sorprendente que un objeto, una figurita de porcelana por ejemplo, se mantenga durante años en lo alto de una estantería. Alguien la puso ahí y seguramente ese mismo alguien se ha encargado periódicamente de quitarle el polvo. Para que cumpla su función: ser un objeto más en un abigarrado salón. Ser un objeto bello, y a pesar de no tener vida (aparentemente al menos) condenado irremediablemente a la destrucción. Si se hicieran estudios sobre el promedio de "vida" de las figuras de porcelana descubriríamos seguramente que su esperanza de perdurar es sorprendentemente corta. Pero al objeto le da igual (aparentemente). Muestra perfecta indiferencia a su propia belleza, a la capa de polvo que lo va cubriendo, a la luz que lo ilumina. Rectifico, el objeto es sensible a la luz, al calor, pues cambia de temperatura. Así que no es del todo indiferente. Me pregunto si a veces no confundiremos la indiferencia con otras actitudes como la aquiescencia, la complacencia, el resentimiento, la vanidad, la infelicidad o incluso la felicidad. De los objetos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tienes razón. Quizás si se les concediese el don de la palabra a esos objetos, dejarían de ser los únicos testigos silenciosos y dejarían de ser indiferentes. Creo que voy a mimar más mis figuritas de porcelana a partir de ahora...sobre todo aquellas que vinieron heredadas de generaciones anteriores. Por si acaso....