lunes, 25 de febrero de 2008

Ahora que estoy despierto

Todo lo que hemos vivido, oído o leído, todo lo aprendido y olvidado, cuando dormimos (en la fase apropiada del sueño) lo reelaboramos e imaginamos otros posibles acontecimientos. O sea, soñamos. Sueños disparatados, pero aún así posibles, porque no podemos o no sabemos (o no puedo, o no sé) inventar nada que no conozca ya. No habrá expresión de un rostro, ni sensación que no haya conocido en la otra dudosa realidad (la realidad en la que estamos "despiertos"). ¿O es al revés?. Esta noche he soñado y recuerdo el sueño. O mejor dicho recuerdo el sueño que estaba soñando cuando el despertador me ha traído de vuelta a esta dimensión.
La luz de la habitación estaba encendida, lo que era una sorpresa ya que no esperaba que hubiera nadie. Era una luz amarillenta que trasmitía tristeza, igual que los pocos muebles, muy sencillos como los de un hotel barato. Me ha costado verle, porque estaba en cuclillas sobre la cabecera de la cama, cubierto por una especie de cortina semitransparente, como un mueble que se cubre con una sabana para resguardarlo del polvo. Era un chico de unos veinte años que seguramente dormía, y que ahora abría los ojos con expresión de asombro. He hecho un gesto con la mano abierta, negando al mismo tiempo ligeramente con la cabeza para indicarle que no se moviera, que siguiera durmiendo, y he salido del cuarto pensando que seguramente no tenía donde pasar la noche y se había refugiado en esa habitación, sin atreverse a usar la cama y dejando la luz encendida por miedo o como manera de avisar de su presencia.
He seguido explorando la casa y he salido a lo que parecía que sería el balcón, pensando que haría frío (era de noche) pero resulta que la terraza (era más que balcón) estaba cerrada y tenía calefacción. Lo curioso es que sobre el cierre que la aislaba del exterior se veía como en la pantalla de un cine la calle iluminada por el sol. Me he rendido una vez más mentalmente ante los adelantos de la tecnología. En aquella terraza se podía estar de noche viendo la calle como si fueran las doce del mediodía.
En ese momento el vecino de abajo (el vecino de abajo encima del que tecleo esto) se asomaba a la puerta de la terraza y me comentaba que había un chico en la habitación. Que sí, que le había visto y que no se preocupara. El vecino había venido con sus dos hijos con el propósito, que en el sueño no parecía disparatado, de patinar.
Yo tenía dos pequeñas tortugas en las manos y las intentaba dejar sobre sus patas en un acuario que había en la entrada de la terraza. Hasta que me daba cuenta de que en el acuario no había más tortugas sino unos cangrejos. Me he quedado pensativo con las tortugas en la mano: ¿Y si los cangrejos se comen a las tortugas?.

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