martes, 20 de mayo de 2008

On fire

Lo malo de estar en un sitio es que no puedes estar en otros. Había respondido al anuncio pensando que no tenía nada que perder. Me llamaron por teléfono y me dijeron que había superado la primera selección. La segunda fase consistía en un test psicotécnico. La recepcionista me guió por un pasillo con distintas dependencias a los lados. Todas las puertas estaban cerradas. "El proceso de selección es estrictamente confidencial", me informó, "el señor Ortega le atenderá en seguida". Me dejó sólo en una pequeña sala de reuniones. Sobre la mesa había un bote con bolígrafos y algunos folios en blanco. Confidencial, eso me hizo sentir importante. La ventana daba a un patio interior. Contra la pared había una estantería con un jarrón con flores de plástico y unos cuantos libros. Leí los títulos y autores. Manuales de sicología. En una esquina había un archivador con el título, escrito a mano, "People on fire". Lo cogí y me senté a la mesa. Contenía una docena de fotografías de gran tamaño. Y era eso, gente ardiendo. Horribles fotos de hombres y mujeres envueltos en llamas. Me sentí mal. Se abrió la puerta y el señor Ortega se quedó quieto mirándome.

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