viernes, 16 de mayo de 2008

Ver el mar

Pablo no había visto nunca el mar. Yo sí, claro. Lo había visto muchas veces sin verlo. Hacerse mayor significa volver a ver el mar y sentir que es la primera vez. No es que habláramos de estas cosas; pero lo mencionó escuetamente, "nunca he visto el mar", sin más explicaciones, sin poesías. Así un viernes después de las clases quedamos en acercarnos a la costa. Ibamos cuatro; Pablo al volante de su pequeño coche, yo, de copiloto y guía, y Marta (compañera de clase) y su amiga Auri detrás. Íbamos charlando de los profesores, los exámenes, los compañeros cuando llegamos al mirador. Pablo detuvo el coche y yo dije, estúpidamente: "Mira, el mar". Nos apeamos y nos quedamos en silencio apoyados en la barandilla cara al viento, a las olas y al atardecer. ¿Qué hay que sentir cuando se está mirando el mar?. ¿Qué sentía Pablo? (nunca se lo pregunté). El silencio pasó a convertirse en incómodo y Auri dijo: "Uf, que frío, vámonos". Lo que yo pensaba en aquel momento era en como cambiarle el sitio a Auri en el coche

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