martes, 16 de diciembre de 2008

En la oficina

A veces me tocaba redactar algún informe e iba a administración donde siempre había algún sitio libre. Él casi siempre estaba allí, en su mesa del fondo. Solía decir que había tenido que adaptarse a los tiempos y pasar de recibir y enviar cartas y faxes a intercambiar correos electrónicos. Desconozco qué se decía en aquellos correos, que en número de unos veinte (por lo que él mismo decía) le llegaban cada día. El caso es que él los leía y tras hacer alguna consulta en los archivos, y apuntar algunos datos en un papel se ponía al teclado y bajando las gafas sobre la punta de la nariz comenzaba a teclear dubitativamente con sus dos dedos índices. Pregunté por él junto a la máquina de café y me contaron una confusa historia de un incidente lejano con agravios personales que le condenó al ostracismo en el que al parecer aún se encontraba. En realidad ya nadie se acordaba. El jefe ofendido hacía mucho que ya no estaba. Un día comentaron que le faltaba una semana para jubilarse. No oi lo que siguió, sólo las palabras finales: "...acabar así".

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