jueves, 12 de abril de 2007

La anciana y el soldado de reemplazo

¿La vida es dura?. Para algunos más que para otros.
Ceuta, 1972. El soldado de reemplazo, destinado como conductor de un camión cisterna, recorre cada día las distintas posiciones repartiendo agua. De tapadillo también llena los cántaros con los que acuden las mujeres, moras en su mayoría, de distintas casas diseminadas por las afueras de la ciudad. Casi siempre le corresponden con algún pequeño pago en especie. Sólo una mujer le suele dar una moneda al tiempo que le dice: "Tú la café". El camión se avería con facilidad y en las cuestas se arrastra apenas más rápido que un hombre a pie. A veces la hora de la comida le sorprende en un cuartel de la Legión. Entonces se dirige al cabo de guardia: "¿Permiso para comer, mi cabo?. Éste contesta despectivo: "En aquella mesa, pistolo". Un simple soldado no tiene derecho a compartir mesa con los caballeros legionarios. Así que se sienta en la mesa apartada donde una anciana come sorbiendo el rancho. ¿Una vieja comiendo en el cuartel?. Con el tiempo la mujer, pequeña, renegrida y arrugada, le desgrana su historia. Sí, tiene derecho de por vida a comer el rancho de la Legión. Violada a los catorce años, se dedicó, se vio obligada a dedicarse, a la prostitución. Vivió a la sombra del ejército y llegó a ser "cabo de putas" de la Legión. Controlaba como tal a otras diez mujeres. La Legión, generosa, le daba ahora, cuando ya no podía seguir ejerciendo sus funciones, de comer cada día.

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